Pintor de batallas y maestro del retrato y el paisaje, Francisco de P. Mendoza ha permanecido bajo las sombras por muchos años, a pesar del reconocimiento nacional e internacional que alcanzó en vida y a la gran calidad de su arte, que fue solicitado tanto por Bernardo Reyes y Porfirio Díaz como por Francisco Ignacio Madero y Lázaro Cárdenas.
Francisco de Paula Mendoza es uno de los artistas plásticos más destacados, aunque la existencia de un pintor homónimo nacido en Guadalajara ha dado lugar a confusiones, ya que el jalisciense se distinguió también por sus cuadros de batallas, como El Perdón de los Belgas, La Batalla de Silao y Ataque a Guadalajara.[1] Es probable que el coahuilense haya optado por firmar como Francisco de P. Mendoza en afán de distinguirse del otro pintor.
Nació en Saltillo, Coahuila, el 24 de febrero de 1867, en una casa de la calle Victoria donde hoy funcionan las oficinas del Correo. Desde niño mostró una sorprendente facilidad para el dibujo. Cultivó con buena fortuna el paisaje y el retrato, pero su obra más conocida es la dedicada a las victorias militares del general Porfirio Díaz en el campo de batalla. Estos óleos de gran formato –alguno con pretensiones de mural– pueden verse en Palacio Nacional y en el Museo del Ejército de la Ciudad de México.
El pintor vio la luz primera en un año clave para el país: las tropas republicanas derrotaron a las francesas en la batalla del 2 abril, en mayo tomaron la ciudad de Querétaro y poco después Maximiliano de Habsburgo, Miguel Miramón y Tomás Mejía morían fusilados en el Cerro de las Campanas al recibir una descarga cuyo estruendo puso punto final al efímero Segundo Imperio.
Fue hijo de Severo Mendoza, un “humilde artesano” –así lo identifican los periódicos de la época–, y Serapia Escobedo. En 1881, a los 14 años, ingresó en la academia de arte recién fundada en Saltillo por Juan B. León, egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes (antigua Academia de San Carlos) y donde había sobresalido por sus copias de obras clásicas. Hombre emprendedor, León instaló en la capital de Coahuila la primera prensa litográfica que funcionó en la ciudad. Su prematura muerte, ocurrida el 1 de marzo de 1882, llevó a Mendoza a inscribirse en las clases de dibujo y pintura impartidas por José Ángel Martínez, quien al descubrir sus habilidades lo nombró sustituto en algunas clases. Para entonces, el joven Francisco de P. Mendoza tenía fama de genio precoz entre sus coterráneos. En 1885, con apenas 18 años, fue nombrado profesor de dibujo de las Escuelas Oficiales de Niñas y a la vez director de la Academia de Dibujo para Jóvenes Artesanos.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Bajo el polvo del olvido” del autor Javier Villarreal Lozano y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 45.
[1] Los pinceles de la historia. De la patria criolla a la nación mexicana, CONACULTA, México, 2000, p. 243.