Abelardo L. Rodríguez: De Guaymas a Baja California

Poder, lealtad y negocios

Diana L. Méndez Medina y César A. Marcial Campos

Abelardo Luján Rodríguez nació el 12 de mayo de 1889 en Guaymas, Sonora. Durante su infancia y juventud se destacó por su habilidad deportiva, por encima de su desempeño como estudiante, y aunque ensayó distintos oficios, en ninguno logró descollar. En marzo de 1913, el veinteañero Rodríguez dejó la comandancia de policía de Nogales para integrarse a las tropas civiles armadas que en esa región rechazaron el golpe de Estado de Victoriano Huerta contra el gobierno constitucional de Francisco I. Madero. Plutarco Elías Calles era el comisario de Agua Prieta cuando los sonorenses convocaron al alzamiento.

Aunque Rodríguez y Calles coincidieron en operaciones militares en Sonora, el encuentro definitivo de Abelardo con su mentor, y que definiría su nuevo derrotero, fue cuando Álvaro Obregón –secretario de Guerra del jefe de la revolución constitucionalista, Venustiano Carranza– lo envió a Sonora en apoyo a Calles, entonces comandante de operaciones y gobernador provisional, contra los yaquis insumisos.

En esa guerra participaron miles de tropas a cargo de altos oficiales, bajo el mando de Calles, quien forjó estrechas relaciones con sus subalternos, empleados del gobierno y oficiales militares, como Abelardo Rodríguez, Lázaro Cárdenas y Luis L. León. Después, Calles estrecharía más sus vínculos con Obregón y Adolfo de la Huerta.

En esa campaña, el entonces coronel Rodríguez, entre otras funciones, tenía la misión de hacer respetar con rigor la política antialcohólica entre los yaquis, mediante la aplicación de las prohibiciones y decomisos. En 1917 Calles promovió ante Carranza el ascenso de Rodríguez a general, pero su petición no tuvo eco en el ya para entonces presidente.

En 1920, ante los conflictos entre el gobernador sonorense Adolfo de la Huerta y Carranza respecto a la posesión del río Sonora y los acuerdos de paz con los yaquis, Calles se trasladó al estado y el 23 de abril, con el apoyo de caudillos y jefes militares, proclamaron en la plaza de Agua Prieta el desconocimiento del presidente de la República. El plan político también fue firmado por Abelardo L. Rodríguez.

El mandatario fue asesinado el 21 de mayo, en la sierra de Puebla, mientras se dirigía con una escolta a Veracruz. Después de los funerales, los sonorenses tomaron las dependencias federales en la capital y De la Huerta fue designado presidente provisional. Calles ocupó la Secretaría de Guerra y Marina, y le concedió a Rodríguez el ascenso a general brigadier, además de nombrarlo jefe de las guardias presidenciales.

En su Autobiografía, Rodríguez dice que el 20 de julio de 1920 el general Calles lo llamó a su despacho para comunicarle que, por acuerdo del presidente de la República, había sido nombrado “jefe de la columna expedicionaria encargada de expulsar de la Baja California a [Esteban] Cantú quien, como es sabido, había desconocido al gobierno del centro”. Era su primera asignación castrense de importancia en el norte de Baja California.

A finales de agosto entró con sus tropas a Mexicali y, sin presentar batalla, Cantú abandonó el gobierno. Abelardo Rodríguez fue designado jefe de operaciones militares del Distrito Norte de la Baja California (que fue Territorio Federal hasta 1952).

Apoyos a los sonorenses

Siendo gobernador del Distrito Norte, tuvo la libertad de administrar los jugosos ingresos que dejaban a la hacienda pública los permisos para la instalación de casinos, bares, cantinas y demás establecimientos destinados al entretenimiento. Con los impuestos a estos negocios, el general contribuyó económicamente con el gobierno federal para aminorar sus dificultades más apremiantes, como las rebeliones militares de sus antiguos aliados (la delahuertista, tras la sucesión de Obregón, y la de Gonzalo Escobar, tras la sucesión de Calles), o para emprender la campaña contra los yaquis en Sonora.

Gómez Estrada refiere que en el primer trimestre de 1924 el general Abelardo Rodríguez envió al presidente Obregón 395,000 dólares, y también armas y municiones que logró obtener en Estados Unidos, en donde también contrató dos aeroplanos para combatir la rebelión de Adolfo de la Huerta.

Igualmente, aportó generosas contribuciones a proyectos personales, como la campaña de reelección de Obregón en 1928, con préstamos y aportaciones de entre 20,000 y 50,000 dólares. Además, envió agentes secretos para infiltrar a las agrupaciones de exiliados mexicanos en las poblaciones fronterizas de Estados Unidos, donde generales rebeldes buscaban contactos para coordinar un ataque armado por varios frentes en contra del gobierno del presidente Calles, para deponerlo y evitar la reelección de Obregón.

En ese mismo 1924, Rodríguez se convirtió en accionista de la Compañía Industrial y Colonizadora del río Mante, Tamaulipas, una de las empresas con las que Calles anhelaba convertirse en empresario agrícola. Sin duda, estas acciones consolidaron la relación de Rodríguez con Obregón y con su mentor, así como con la “camarilla” sonorense, quienes respaldaron el gobierno de Rodríguez en el Distrito Norte de Baja California, con lo que a la vez garantizaban financiamiento, armamento y relaciones valiosas en aquella región fronteriza.

La ley seca

Los gobernantes que antecedieron a Rodríguez atestiguaron los cuantiosos ingresos que dejaban al erario las empresas de entretenimiento y la dependencia económica del Distrito Norte respecto a las relacionadas con lugares de esparcimiento, bebida, juego y apuestas para disfrute de las personas provenientes del sur de California y otros lugares de Estados Unidos.

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