Bernardo Reyes (1850-1913) fue gobernador de Nuevo León y uno de los jefes militares con más prestigio durante el Porfiriato, lo que le valió para ser considerado sucesor del general Díaz en la presidencia de México.
Sus mejores años habían pasado. Atrás quedaron los tiempos en que fue considerado el sucesor natural del presidente Porfirio Díaz. Tampoco contaba ya con el brío de la juventud que lo llevó a destacar en el campo de batalla. Así, para febrero de 1913, el general Bernardo Reyes llevaba más de un año cumpliendo su sentencia por sedición en la prisión militar de Tlatelolco, en Ciudad de México.
A pesar de lo anterior, algunos personajes que estaban inconformes con la forma en que el presidente Francisco I. Madero conducía su gobierno aún veían en él a un líder que representaba una garantía de paz, estabilidad y progreso como en los mejores tiempos del Porfiriato. De este modo, se planeó la liberación de Reyes para que comandara el alzamiento que tendría como objetivo despojar del poder a Madero. El general de división aceptó la misión: la muerte o la gloria.
La noche del 8 de febrero fue tensa. Don Bernardo consiguió que le hicieran llegar ropa fina para cuando saliera de la cárcel. Quería estar lo más presentable para encabezar la que fue considerada una nueva revolución. Para la mañana del 9, el proyecto de conspiración había funcionado en términos generales. Sin un solo disparo, las puertas de la prisión de Tlatelolco se abrieron de par en par. Quienes lo aguardaban a su salida le ofrecieron un caballo y él pareció rejuvenecer al montar.
Mientras tanto, en Palacio Nacional, el general Lauro Villar ya se preparaba para recibir a las tropas que simpatizaban con el golpe militar, debido a que los insurrectos tenían todo, menos discreción. En una acción perfecta, Villar sometió a los sublevados dentro del edificio y colocó tiradores y ametralladoras para resguardar el corazón de la presidencia.
El primer rebelde en llegar fue el general Gregorio Ruiz, adelantado por órdenes de Reyes. Villar lo encañonó y arrestó. Al conocer esto y como si fuera el invencible triunfador, don Bernardo espoleó su caballo hacia Palacio. Llovieron balas. La primera víctima fue él, quien fulminado cayó de su corcel.
A sus 62 años y ataviado como un elegante caballero, dejaba este mundo. La rebelión la terminarían otros.
El artículo breve "Muere el general Bernardo Reyes" del autor Gerardo Díaz se publicó en Relatos e Historias en México número 126. Cómprala aquí.