La historia del niño Abundio es sólo una más de las que poblaron el imaginario de la sociedad fronteriza del norte de México en el siglo XIX. En aquel tiempo no era extraño ser raptado por los apaches, mucho menos permanecer a la defensiva ante la amenaza de esas tribus, o temblar apenas se oía el zumbido de las flechas al atravesar el aire.
“Del pequeño Abundio, raptado por los apaches, no volvió a saberse”, afirma el historiador Enrique Krauze en su libro Plutarco E. Calles. Lo cierto es que mi bisabuelo materno murió en enero de 1931, a los 76 años de edad, en su casa de Santa Cruz, Sonora, a consecuencia de una afección que lo tuvo postrado en cama por tres meses. Su tumba se encuentra en el cementerio de ese pueblo.
Don Abundio fue hijo del coronel José Juan Elías Pérez (1803-1865) y de Bernardina Lucero Urías (¿?-1880). Como para Enrique Krauze, en mi familia existe la versión de que fue raptado por los apaches. A las tías (me refiero a sus nietas, hermanas de mi madre) les contaba que, asustado, se tapaba con una piel de venado cuando escuchaba silbar las flechas por encima de su cabeza. En la única foto disponible tiene una edad aproximada de trece años, supuestamente un poco antes de que fuera raptado.
Este misterio crece con el dato fidedigno de que su tío José Dolores Abundio Elías Pérez desapareció en 1853, después de un asalto a la hacienda de Bacanuchi, en el distrito de Arizpe, Sonora. Es difícil creer que su sobrino haya sufrido el mismo evento, en el mismo lugar, quince años después (1868), como suponía la familia ampliada.2 La incógnita permanece. Lo cierto es que el aislamiento familiar en que vivió de adulto don Abundio lo envuelve en un halo de misterio que da pie a esa historia, de la que me apropio.
Don Abundio se casó con Isabel Bueras, una española de ojos azules y recio carácter, y supuestamente, desde Arizpe se fueron a vivir a Santa Cruz. Tuvieron seis hijos: Manuel (mi abuelo), Anastasio, Ramón, Encarnación, Petra y Felipa. La casa donde vivieron aún existe frente a la plaza del pueblo y en contraesquina de la iglesia. En el patio, cerca del comedor, aún se encuentra un jardincito con una madreselva que mi bisabuela cuidaba con esmero.
Hasta ahí llegó algún sirviente a avisarle que don Abundio acababa de morir en su cama. Isabel siguió limpiando los rosales.
La saga de los Elías
¿Por qué don Abundio escogió Santa Cruz para hacer su vida? No lo sé. Lo que sí sé es que ese pueblo fue fundado por el jesuita Eusebio Francisco Kino, quien lo nombró Santa María Suamca, esta última una palabra que nombraba a la rama de apaches que lo habitaban en esa región de la Pimería Alta. Esa fue la última misión fundada por el padre Kino en “los confines de la cristiandad”.
También sé que en los siglos XVIII y XIX fue un importante centro de operaciones del exterminio apache en el que participaron varios de sus familiares, tarea en la que destacó José María Elías González Romo de Vivar (1793-1864), tío abuelo de su padre, quien firmó el tratado de paz con los apaches de Pinals el 5 de marzo de 1836, después de cruentas batallas. Dicho acuerdo se incumplió, pues el dueño de las tierras prometidas a los apaches, Joaquín Vicente Elías, se negó a venderlas al gobierno.
José María fue gobernador de Sonora, lo mismo que su hermano Simón (1772-1841), quien también lo fue de Chihuahua. Simón formó parte de la junta de guerra que dictó la sentencia de muerte al cura don Miguel Hidalgo y Costilla. Y no lo sé, pero me imagino que después de haber sido secuestrado por los apaches, don Abundio no quiso saber más de guerras de exterminio ni de otro tipo de guerras, como la invasión francesa que lo dejó huérfano de padre. En todo caso, mi bisabuelo fue una pieza más de la mudanza política y social de los Elías, quienes de militares y políticos de la Corona española se convirtieron en aguerridos liberales, como sus tíos y su padre José Juan.
Lo que hizo don Abundio fue tratar de recrear el enorme patrimonio originario que se fue mermando a la par de las transformaciones de la región. Las propiedades de los Elías quedaron fraccionadas después de los Tratados de Guadalupe (1848) en los que México perdió la mitad de su territorio ante Estados Unidos. Y mucha merma económica sufrió su padre debido al financiamiento que realizó para enfrentar a los invasores franceses a partir de 1862. Por eso su esposa Bernardina, viuda con ocho hijos, le escribió una carta al presidente Benito Juárez donde le solicita le sean pagados los préstamos que su esposo hizo al ejército.
Después, su hermano Carlos tuvo que ceder a las presiones del presidente Porfirio Díaz para que vendiera parte de los extensos territorios del rancho de San Pedro Palominas a la Cananea Cooper Company, fundada en 1896 por William C. Greene. Cananea se ubica a unos treinta kilómetros de Santa Cruz, así que podemos pensar que en la decisión de don Abundio de establecerse allí, también estuvo presente la consciencia de que se trataba de un área de influencia de la familia Elías.
La base de la fortuna familiar
El enorme patrimonio y poder de los Elías tuvo su origen con Francisco Elías González de Zayas, quien nació en 1704 en Soto de Cameros, La Rioja (España). Salió de ese sitio en 1720 y llegó a Álamos, Sonora en 1729, donde tenía algunos parientes. En mayo de ese año se casó con Águeda María Campoy, hija del más rico e influyente de los residentes de la localidad. Ella falleció en 1740, o un poco antes, y no existen datos sobre hijos de ese matrimonio.
En ese año, don Francisco financió una exitosa expedición contra los yaquis, la cual le valió que lo asignaran al presidio de Janos, en el noroeste de Chihuahua, como parte del ejército español. A partir de ahí inició su exitosa carrera militar que lo convirtió en el comandante del presidio de Terrenate, en lo que hoy es el estado de Sonora.
Dentro de sus funciones, los comandantes tenían el monopolio del comercio, lo que constituyó el origen de la creciente fortuna que él y sus descendientes invirtieron en grandes extensiones de tierras, ganado, minas, comercio e incipientes industrias como los molinos de trigo. Don Francisco casó en segundas nupcias con María Francisca Ignacia Díaz del Carpio, con quien procreó siete hijos. Fue tatarabuelo de don Abundio.
El “loco Plutarco”
Una vez instalado como hombre principal en Santa Cruz, don Abundio vivió bastante alejado de su familia. A pesar de ese aislamiento, durante algunos años llegó en una carreta a visitarlo el joven Plutarco Elías Calles, futuro presidente de la República, cuando estaba empecinado en ser un exitoso empresario y requería del apoyo de ese tío rico, hermano menor de su padre Plutarco. “Vino el loco Plutarco, otra vez anda de enamorisqueado”, lo escuchaban decir mis tías. Y así, de “loco Plutarco”, lo trató siempre su primo Manuel Elías, mi abuelo.
Esta publicación es sólo un extracto del artículo “Don Abundio Elías Lucero” de la autora Rosa Albina Garavito Elías, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 101: http://relatosehistorias.mx/la-coleccion/santiago-vidaurri-entre-la-repu...