Las modas nunca han sido un asunto banal. La historia de la industria del vestido refleja los cambios de cada época en las costumbres, el trabajo y la tecnología.
La moda femenina experimentó uno de sus cambios más sustanciales en el primer tercio del siglo XX: el abandono del corsé propuesto en los diseños de la afamada francesa Coco Chanel (1883- 1971), que además incluyeron telas más ligeras y económicas. Esto fue acompañado de un cambio en la imagen de la mujer, pues se adoptó la melena corta y el maquillaje, lo que dio lugar a las flappers o pelonas, como se les llamó en México.
Tales modificaciones pueden verse desde muchos ángulos y ofrecer diversas interpretaciones. La primera y más común es que fue un efecto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), pues las mujeres tuvieron que salir a trabajar cuando los hombres se fueron al frente de combate y esto las obligó a adoptar modelos más ligeros que no les estorbaran en su jornada. Sin embargo, hay que considerar que difícilmente una trabajadora utilizaría un vestido al estilo de las flappers para desempeñar sus actividades. Es más probable que los diseños cambiaran por la carestía y escasez de los materiales tras el colapso de las industrias durante la guerra, así como por los cambios culturales en el sentido de dar más libertad a las mujeres para mostrar partes de su cuerpo que antes se ocultaban.
Otra explicación a estos cambios se encuentra en la crisis en la que entró Europa después de la Gran Guerra y que dio lugar a cierto deseo por disfrutar de la vida lejos del “baño de sangre” que significó el periodo anterior. Cabe resaltar que un conflicto bélico de esa magnitud sólo pudo haber sido soportado por economías industrializadas y la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Resulta importante subrayar tales aspectos, pues las que tenían un trabajo remunerado adquirieron independencia económica, lo cual les permitió ingresar eventualmente al mundo del consumo de la moda.
Así, los cambios en la moda y apariencia de las mujeres fueron de la mano de una incursión en actividades antes consideradas netamente varoniles, lo cual a la vez modificaba el ideal de belleza femenina imperante hasta entonces.
La modernidad trajo también a colación la centralización del individuo, y la moda fue un ingrediente esencial en este proceso, pues se hacía énfasis en que cada mujer debía elegir los objetos que mejor le acomodaran de acuerdo con su personalidad. Se habló entonces de “muchas modas” que subsistían una al lado de la otra; incluso, de las que se repetían una y otra vez.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Cultura y moda femenina” del autor Lilia Bayardo y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 95.