Vasconcelos veía en la educación un acto de justicia social, la única posibilidad de crear ciudadanos. Con el riesgo de hacer parecer esquemático algo tan completo y complejo, debe decirse que su proyecto asentaba la educación en tres ejes: lo estrictamente instructivo, lo relativo a los libros y las propuestas culturales y artísticas.
La enseñanza
El primer reto abarcaba desde la reparación y construcción de escuelas hasta el diseño de los planes y programas de estudio –fundamental tarea siempre laboriosa y polémica–, pasando por un entrañable tema para Vasconcelos: la actualización y el mejoramiento académico de los docentes, programa para el que diseñó una revista con el simple pero ilustrativo título de El Maestro.
Contra lo que pudiera pensarse, además de un intelectual, Vasconcelos fue un educador pragmático. Sus resultados cuantitativos lo demuestran. Para comenzar, logró negociar buenos presupuestos para el sector educativo a pesar de la difícil situación económica del país, luego de padecer diez años de violencia destructiva. Con dichos recursos hizo que el número de escuelas pasara, entre 1920 y 1923, de 8 161 a 13 847. Un similar porcentaje de crecimiento se dio en los rubros de profesores y alumnos, pues en el mismo lapso pasaron de 17 206 a 26 065 y de 679 897 a 1 044 539, respectivamente.[1]
Vasconcelos fue de los primeros en preocuparse –y ocuparse– por la educación de los niños y jóvenes indígenas. Durante su gestión hubo un crecimiento notable en el número de escuelas rurales y de párvulos, escuelas técnicas e industriales.
La enseñanza de Vasconcelos
A pesar de lo breve de su gestión, Vasconcelos fue mucho más que el creador de la primera institución revolucionaria, la Secretaría de Educación Pública. Nos dejó un doble legado. Por un lado, sitios y espacios artísticos de enorme valor, por lo que se define culturalmente el país.
Su otro legado, no por no ser material es menos real, consiste en el ejemplo y retos que dejó a todos los educadores mexicanos posteriores a él, y no sólo a los secretarios del ramo. Gracias a Vasconcelos el Estado mexicano tendrá siempre un grave compromiso en lo que se refiere a producción editorial y difusión cultural. De otra parte, todos los profesores tendrán que asumir su oficio y cumplir sus tareas con dos elementos imprescindibles: pasión y capacitación.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Un proyecto educativo revolucionario” del autor Javier Garciadiego Dantán y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 75.
[1] Claude Fell, José Vasconcelos. Los años del águila…, op. cit., p. 166.
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