Este patriótico e insustituible mortero mexicano se emplea desde quién sabe cuándo en la preparación de salsas y guacamoles. Con el tejolote se machacan chiles, sal, ajos y jitomates. Los arqueólogos saben que primero se utilizaron los metates (desde hace dos o tres mil años) con el mismo fin, pero éstos, por sus dimensiones, se han usado más bien para moler granos, como el maíz o el cacao. La diferencia del molcajete con el mortero europeo o con la licuadora norteamericana es que con la piedra volcánica no sólo se liberan aceites y esencias de las especies al machacarlas con fuerza, sino que se dejan unos gránulos pequeñísimos que al masticarlos estallan en una fiesta de sabores que le da el sazón específico, por ejemplo, a la salsa molcajeteada.
“Molcas” del autor Alberto Sánchez Hernández y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 1.