El fusilamiento de Iturbide

Gerardo Díaz Flores

Desembarcó el 15 de julio de 1824 en Soto la Marina (Tamaulipas), donde el comandante Felipe de la Garza lo aprisionó inmediatamente. Explicó a su captor que conocía las intenciones de Fernando VII para armar una expedición contra México y que estaba dispuesto a ponerse a las órdenes del gobierno. Tras un breve intercambio de palabras, Agustín de Iturbide supo que los que lo habían tratado como héroe de la Independencia y apoyaron a la monarquía, lo condenaron a muerte. ¿Cuál fue su delito?

El 23 de abril anterior el Congreso constituyente estableció que sería acusado de traición si se atrevía a pisar suelo nacional, así de simple. De la Garza no se atrevió a fusilarlo en primera instancia y lo presentó ante el Congreso de Tamaulipas, el cual ordenó que se cumpliera con el decreto federal. El 19 de julio comunicaron a Iturbide que sería ejecutado. Parecía inconcebible que el consumador de la Independencia muriera fusilado y sin que fueran atendidos sus argumentos.

Lo cierto también es que Iturbide mantuvo correspondencia con varios personajes, incluidos numerosos militares. No es que pretendieran coronar de nuevo al depuesto emperador, pero sí favorecieron su regreso para “ocupar el lugar que la patria quisiera otorgarle”. Cuando los constituyentes fueron enterados de la existencia de conspiraciones en contra del gobierno y a favor de Iturbide, decidieron que el mejor lugar para él sería frente al pelotón de fusilamiento.

El historiador Alfredo Ávila relató, en la edición 19 de nuestra revista, el cumplimiento del decreto y cómo fue que muchos pensaron que, gracias a su ejecución, la República se había salvado, mientras que otros consideraron dicha decisión como un “parricidio”.

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