El Tigre de Canatlán

Cuando Doroteo Arango se unió a la gavilla del bandido Ignacio Parra

Reidezel Mendoza Soriano

 

Uno de los más temibles forajidos que recorrió los caminos y serranías del estado de Durango a fines del siglo XIX fue Ignacio Parra, “el Tigre de Canatlán”. Tras la muerte de Heraclio Bernal, en enero de 1888, Parra entró en escena para mantener viva la vieja tradición bandolera en la amplia región de la Sierra Madre, entre los estados de Sinaloa y Durango. Junto con su segundo, Refugio Alvarado, lideraron una banda que se dedicó durante más de una década a asaltar a propietarios, campesinos, vaqueros y arrieros. Según Doroteo Arango (Pancho Villa), quien participó en esa banda, Parra había sido un forajido “muy nombrado en Durango después de Heraclio Bernal, de quien yo conocía la historia y muchas veces había escuchado la tragedia […] era el que más guerra les daba a las acordadas del gobierno”. Pero, para las autoridades locales, “de ninguna manera puede tener esta gavilla [la de Parra] la importancia que tuvo la de Bernal”.

A diferencia del forajido sinaloense, Ignacio Parra nunca se adscribió a un plan político ni tomó parte en rebeliones armadas, optando por mantenerse en el bandidaje como un medio de subsistencia. Parra, al igual que Bernal y Villa, logró contar con cierto apoyo popular a base de dádivas e intimidación a los peones de haciendas, minas y agostaderos. La prensa de la época lo describía como un individuo “valiente […] aunque menos brutal que [Refugio] Alvarado, era en cambio, más astuto”. Parra nunca dio un golpe sin estar seguro de que su crimen quedaría impune. Conocía cada rincón del territorio que merodeaba, lo que le permitía una gran movilidad. Después de cometer un atraco en un punto específico, al día siguiente se le ubicaba a una considerable distancia del lugar del robo. Se convirtió en un bandido famoso por sus hazañas, aumentadas por la fantasía popular.

Ignacio nació el primer día del año 1864 en el rancho La Cañada, Canatlán, era hijo de Romualdo Parra y Fernanda Macías. Su padre y sus tíos Cirilo, Manuel, Agustín y Atanasio Parra conformaron una banda de salteadores de caminos y abigeos que colaboraba con Heraclio Bernal, el famoso “bandido calavera”.

En 1883, a los 19 años, Ignacio se unió con sus tíos a la gavilla del Rayo de Sinaloa, Heraclio Bernal que operaba en la sierra fronteriza de los estados de Sinaloa y Durango, después de que su padre fuera asesinado durante un tiroteo con la gendarmería montada de Durango.

Las autoridades locales aseguraban que Parra era de “malísimos antecedentes”, acusándolo además de “haber andado con la gavilla de Bernal”. En múltiples ocasiones, su casa fue cercada por la Acordada, pero el Tigre de Canatlán lograba evadirse hacia sus guaridas en la sierra. En 1887 fue detenido por primera vez, aunque liberado a los dos días. Nuevamente aprehendido, se le envió a Durango, donde fue dado de alta como leva del 13º Regimiento. Su madre intentó evitar su reclutamiento mediante un amparo, pero este no procedió. En noviembre de ese año, Ignacio Parra y Refugio Alvarado –a quien había conocido en el cuartel– desertaron, luego de asesinar a un cabo y herir gravemente a un sargento, quienes fungían como centinelas.

Parra y Alvarado formaron su propia banda de salteadores y operaron en una amplia zona que abarca desde el centro del estado de Durango hasta la frontera con los estados de Sinaloa y Chihuahua. La banda fue integrada por parientes, compadres y amigos, todos ellos con pésimos antecedentes y, en muy poco tiempo, se convirtió en el terror de los caminos. Su constante movilidad y una cierta solidaridad de grupo que los protegía de los riesgos de llevar una vida criminal eran circunstancias que facilitaban su sociabilidad. Aunque hubo personas humildes que protegieron a los bandidos, esto no significa que no los perjudicaran, ya que su ayuda era más por conveniencia o temor, que por simpatía hacia ellos. Entre los que formaron parte de la banda del Tigre de Canatlán se encontraban su hermano Matías, su excompañero de celda Refugio Alvarado, sus primos Vicente y Jesús Parra, el pistolero Estanislao Mendía, el exgendarme Gumersindo Ortega y Federico Arreola.

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