Al despuntar la década de los sesenta, no pocas historias del cine nacional seguían más conectadas con el melodrama que con los temas sociales y culturales que aspiraban a cambiar la percepción de la sociedad en varios ámbitos, lo que empezaría a cambiar en la siguiente década. En tal escenario, llegó a las marquesinas Presagio (1974), filme que este año cumplirá medio siglo. Lo dirigió Luis Alcoriza y el guion surgió de las mentes de Gabriel García Márquez y el propio director; sin embargo, por diversas vicisitudes incorporó después la pluma de otro gran exponente de las letras: el guanajuatense Jorge Ibargüengoitia, quien mostró uno de sus más notables sellos: un afinado humor negro.
Presagio tuvo los primeros borradores de su guion entre 1961 y 1965, durante el fructífero periodo “mexicano” del colombiano García Márquez, quien interrumpió su escritura porque acababa de tener el “flechazo” de su gran novela Cien años de soledad. Previo a retomarlo en 1969, Gabo escribió a Alcoriza: “Trabajando en un cuento muy distinto, pensaba que la gran falla de Presagio es tratar de buscarle motivaciones diferentes del puro pánico gratuito. Lo mejor de la historia esa es lo que tiene de absurdo, y mejor será cuanto más absurda sea. Por lo mismo, el tono debe ser más brumoso, los motivos de sus gentes deben ser más poéticos, y cualquier justificación directa de orden social o económico solo contribuirá a que el drama sea menos estúpido y por consiguiente menos válido”.
Puede inferirse que las pretensiones del colombiano coincidirían con el estilo de Ibargüengoitia, quien se adentraba cada vez más en el universo fílmico de aquella década, a la par que apuntaba a la consagración con sus bien recibidas publicaciones literarias. Y es que la relación de Jorge con el cine corrió en ambas direcciones, pues a la vez que participaba en la escritura de guiones, varias de sus novelas fueron adaptadas a la pantalla grande.
En el primer caso, sobresaliente fue su colaboración de diálogos adicionales para el guion de H. O., uno de los dos mediometrajes que integran la comedia negra Juego peligroso (Arturo Ripstein y Luis Alcoriza, 1966). Además, el escritor dejó dos guiones, La prueba de la virtud y La víctima, que ya no serían realizados debido a su muerte en 1983. En el segundo ámbito, el primero en llevar la prosa de Ibargüengoitia al cine fue José Estrada, quien se aventuró con la sátira Maten al león (1975). A él siguió el director Julián Pastor, quien adaptó la divertida Estas ruinas que ves en 1978. Y en 1994 se estrenó Dos crímenes, dirigida por Roberto Sneider, basada en la novela homónima publicada en 1979.
Otro aclamado escritor de entrañable prosa fue el capitalino José Emilio Pacheco, cuya labor como guionista alcanzó notoriedad también en los años setenta. En mancuerna con el director Arturo Ripstein, trabajó en los guiones de cuatro emblemáticas producciones: El castillo de la pureza (1972), El santo oficio (1973), Foxtrot (1976) y El lugar sin límites (1978). También se le atribuye la adaptación sin filmar de El obsceno pájaro de la noche (1977).
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