En la actualidad, los elementos más visibles en la celebración del Día de Muertos son la elaboración de alimentos, la visita a los cementerios y la realización de ofrendas domésticas (flores, velas, copal, bebidas, alimentos) mediante altares familiares.
Una celebración tan peculiar invita a la polémica. La doctora Adriana Castro afirma, con base en el Códice Florentino y en las crónicas de Fray Diego Durán, que de las ceremonias precolombinas de muertos, el cempasúchil sólo se usaba en la Fiesta de los muertecitos y en las festividades a Teteuinna y Cihuacóatl. El doctor en agronomía Salvador Miranda Colín, experto en calendarios agrícolas prehispánicos, le comentó a Adriana Castro que, en su origen, la ceremonia era para celebrar la cosecha y en el virreinato los indígenas hacían pasar por parientes muertos a sus dioses, para agradecerles la producción agrícola. En este sentido, el experto nacional en cempasúchil, el doctor Miguel Ángel Serrato, de la Universidad Autónoma Chapingo, apuntó que, con base en Sahagún, al final de octubre, mes Tepeilhuitl, se celebraba la cosecha y se rendía culto a los muertos, quienes regresaban a la Tierra. Aún ahora, la antropóloga Soledad González registró en 2006, en Xalatlaco, Estado de México, que los nahuas reciben a sus difuntos al final de octubre para celebrar con ellos al maíz sembrado, y lo cosechan después de la fiesta de los muertos.
Para la experta historiadora Elsa Malvido, la celebración por los difuntos es un mito promovido por los mercaderes del turismo y los intelectuales del sistema que la volvieron “artificialmente mexicana y prehispánica”. Esto inició durante el cardenismo (1934-1940), cuando el Estado mexicano se empeñó en celebrar la revolución mexicana impulsando, entre otras cosas, un florecimiento cultural con base en la revaloración del arte y la cultura indígena. La glorificación de la ceremonia de la noche de muertos, cempasúchil mediante, no fue la excepción.
En 1938 Diego Rivera pintó su cuadro “Mujer con flores”, con el cempasúchil dominando el lienzo. En 1945 Salvador Novo mencionó al cempasúchil en su Florido Laude “Te miro, cempasúchil, flor de los muertos y de los pobres, enriquecer y resucitar a mi raza…”. El músico Silvestre Revueltas visitó la isla de Janitzio en el lago de Pátzcuaro, y se cuenta que, envuelto en el aroma de la Apatzicua (cempasúchil en purépecha) concibió su poema sinfónico Janitzio en 1935. El escritor Luis Márquez Romay estuvo en esa isla en 1923, registró que a los fuereños se les prohibía visitar el panteón durante la Animecha kejtsitakua (ofrenda a las ánimas), la celebración era, además, esencialmente femenina. Este escritor fue el guionista de la película Janitzio (Carlos Navarro, 1935), en la que se venció el recelo de los isleños, y quizá por primera vez, se filmó la celebración de la noche de muertos (al parecer, la desconfianza local se derrumbó del todo cuando, según el economista Guzmán de la Cruz, entre 1934 y 1937, llegaron a la isla soldados del 22° regimiento de artillería y del 1er Batallón de zapadores, para construir la estatua de 40 m de José María Morelos.). A la orilla del mismo lago, en Tzintzuntzan, el antropólogo George Foster registró que en 1948 había algunos turistas observando la ceremonia de la noche de muertos. Hoy, en esos días, la región rebosa de turistas de todo el mundo.
La celebración mexicana por los muertos se declaró patrimonio inmaterial de la humanidad, y alude a su origen prehispánico y sincrético, y ha cobrado presencia internacional. Una prueba es la película de Pixar y Walt Disney Coco (Lee Unkrich y Adrián Molina, 2017), donde la celebración fue el tema central, con el cempasúchil en papel estelar. También las primeras escenas del filme Spectre (Sam Mendes, 2015), del Agente 007, presenta un gran desfile en la Ciudad de México con disfraces alusivos: de esta surgió la moda de realizarlo cada año desde 2016.
Lo expuesto impide resolver la polémica, aún falta buscar en el origen y permanencia de la celebración entre grupos indígenas y a la vez, hay elementos que apoyan a Elsa Malvido, como lo afirmó el historiador Agustín Sánchez G. (Relatos e Historias en México, Núm. 87): la celebración moderna del día de los muertos es una invención social que se hace pasar como ancestral.
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