Quizá la imagen más conocida del fusilamiento de Maximiliano y sus principales lugartenientes es el óleo producto del pincel y la imaginación del pintor francés Manet.
En la novela Noticias del imperio, Fernando del Paso crea el Corrido del tiro de gracia:
Año del sesenta y siete,
presente lo tengo yo:
en la ciudad de Querétaro
nuestro Emperador murió.
Un diecinueve de junio
que el mundo nunca olvidó,
se ejecutó la sentencia
que el presidente ordenó.
[…]
Muy temprano en la mañana
despertó el Emperador,
y al padre de sus confianzas
sus pecados confesó.
Luego al salir del convento
de todos se despidió,
y dijo qué bien que muero
en un día lleno de sol.
Al cerro de las Campanas
el cortejo se marchó.
Cuando llegó estaban listos
los hombres del pelotón.
Y vaya que “el mundo nunca olvidó” el fusilamiento de Fernando Maximiliano José María de Habsburgo- Lorena, monarca del Segundo Imperio mexicano, archiduque de Austria y consorte de la princesa Carlota de Bélgica. El acontecimiento conmocionó al orbe y personajes de la talla del militar Giusseppe Garibaldi o del escritor francés Gustave Flaubert, autor de la novela Madame Bovary, declararon su indignación por la sentencia.
Incluso el poeta y narrador galo Victor Hugo clamó al presidente Benito Juárez, mediante una misiva, el perdón para el emperador. El autor de Los miserables reconoce en la carta los errores de las fuerzas francesas y la valentía y dignidad del ejército mexicano, así como la justicia que yacía en la causa republicana: “Toda usurpación comienza por Puebla y termina por Querétaro”, afirma el poeta. Y continúa: “Por un lado, un ejército, el más aguerrido de Europa, teniendo como apoyo una flota tan poderosa en el mar como lo es él en tierra, teniendo como recursos todo el dinero de Francia, […] Del otro lado, Juárez. Por un lado, dos imperios; por otro, un hombre”. Finalmente, Victor Hugo pide al presidente el indulto: “Hoy pido a México la vida de Maximiliano. ¿La obtendré? Sí. Y tal vez en estos momentos ya ha sido cumplida mi petición por la que Maximiliano le deberá la vida a Juárez. ¿Y el castigo?, preguntarán. El castigo, helo aquí, Maximiliano vivirá por la gracia de la República”.
La carta está fechada el 20 de junio de 1867, un día después de que el archiduque fuera fusilado a las faldas del cerro de las Campanas, donde lanzó sus últimas palabras: “Voy a morir por una causa justa, la de la independencia y la libertad de México. Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria. ¡Viva México!”.
La noticia corrió como la pólvora y, entre todos los oídos a los que llegó, destacaron los de un célebre amigo de Maximiliano, quien lamentó profundamente su muerte: Franz Liszt, el más grande pianista austriaco, discípulo predilecto de Beethoven, miembro honorario de la Sociedad Filarmónica Mexicana y fundador honorario del que hoy es el Conservatorio Nacional de Música. Liszt conocía la causa imperial que libraba en nuestro país Maximiliano y, tras enterarse de su fusilamiento, compuso la Marcha fúnebre en memoria del emperador Maximiliano de México.
Al escuchar la pieza uno piensa que quizá Liszt trató de imaginar el calvario que Maximiliano recorrió el día de su muerte: “A las 6:30 de la mañana el coronel Miguel Palacios se presenta en el pasillo con una fuerte escolta de sus hombres. ‘Estoy listo’, señala el archiduque austriaco con buen temple. En la calle, tres carruajes que habían sido alquilados los esperaban [a él y a los generales imperialistas Miguel Miramón y Tomás Mejía]. Parten rumbo el cerro de las Campanas. En el trayecto los custodian tropas del Ejército del Norte. Al frente va un escuadrón de caballería de los Cazadores de Galeana y detrás marcha todo el primer Batallón de Nuevo León”, apunta el investigador Ahmed Valtier.
También los oídos del padre del movimiento impresionista, el pintor francés Édouard Manet, se azoraron ante la noticia de la ejecución del miembro de la casa real de Habsburgo y sus dos generales mexicanos a las afueras de Querétaro. El artista que, según el filósofo Michel Foucault, “hizo posible toda la pintura del siglo XX”, autor de Música en las Tullerías, Almuerzo sobre la hierba o El balcón, entre muchas otras obras, pintó en 1868 La ejecución de Maximiliano, una serie de tres “registros” o cuadros que recrean el hecho, inspirados en la obra Los fusilamientos del 3 de mayo del pintor español Francisco de Goya.
Al respecto, apunta Foucault en su libro La pintura de Manet: “Cuando Manet pinta la representación de la ejecución de Maximiliano, lo hace con un trazo hostil contra Napoleón III”. Y es que el artista realiza esta serie en medio de un ambiente generalizado de desazón ante la política exterior del emperador francés, a quien incluso, sosegadamente, se culpa del trágico desenlace del archiduque a causa del retiró del apoyo militar a la mitad de la campaña imperialista.
El cuadro de Manet denota terror y arrojo. Tres son las víctimas: Mejía, Miramón y el emperador.
Al centro, el archiduque estrecha la mano de Miramón. Aquello es simbólico, pues se sabe que Maximiliano pidió al mexicano que se pusiera en medio: “General, un valiente debe de ser admirado hasta por los monarcas”. También aparece un muro de adobe y, detrás de ellos, gente conmovida; más atrás, la colina de un cerro, cipreses y unos nopales bajo un cielo azul. “Con paso firme, los tres sentenciados se colocan frente a un tosco muro de adobe, levantado precipitadamente el día anterior por tropas del Batallón de Coahuila”, añade Ahmed Valtier. Ninguna referencia dejó Manet que nos permita saber cómo es que recreó aquella escena con tal tino.
Muy pronto, la pintura de Manet fue prohibida –incluso en Francia, la obra jamás se expuso en público mientras el artista vivió– por considerar que representaba una burla y hacía patente el fracaso del proyecto imperial de Napoleón III. Hábilmente, Édouard había representado al pelotón de fusilamiento con un uniforme ambiguo que se parecía al atuendo militar francés, sugiriendo con ello que los propios galos habrían sido los responsables del trágico destino del emperador, al abandonarlo a su suerte. Tal como apuntó el famoso escritor Émile Zola respecto al óleo: “Francia asesinando a Maximiliano”.
La serie La ejecución de Maximiliano de Manet se encuentra de forma fragmentada en tres pinturas, un boceto al óleo y una litografía. Las tres primeras están distribuidas en sendos recintos: el Museum of Fine Arts de Boston, la National Gallery de Londres –aquí aparece en fragmentos, posiblemente cortados por el mismo Manet, los cuales fueron recuperados tras la muerte del artista por el también pintor impresionista Edgar Degas– y el Kunsthalle Mannheim, en Alemania, donde se encuentra la mejor conservada.