En la explanada frente a la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria era exhibido por primera vez el carro que al pasar el tiempo se convertiría quizá en el más querido de México: el Volkswagen sedán. Algunos días entre marzo y abril de 1954 bastaron para que el amor a primera vista encantara a sus primeros cautivos. En aquella primavera se daba la ocasión para que los capitalinos y algún otro paseante visitara la exposición industrial de la Alemania Occidental en Ciudad de México, en la que ese país mostraba no solo parte de sus avances tecnológicos, sino también los nuevos registros de una cultura que rápidamente se esparciría por el mundo.
Los germanos llevaban casi una década en ascendente reconstrucción en materia de infraestructura tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, por lo que estrechar los lazos con otros países era un marco ideal para reposicionarse tras emerger prácticamente de las cenizas. Así las cosas, la muestra exhibió los productos de sus quinientas fábricas más importantes, las cuales trajeron sus productos en siete gigantescos barcos de vapor para ponerlos finalmente bajo el edificio de Humanidades y frente a la Biblioteca. ¡Todo un evento tecnológico de vanguardia!
Un claro botón de muestra de los innovadores productos fue el llamado “auto del pueblo” –nacido como un encargo del mismísimo Adolf Hitler a Ferdinand Porsche–, que rodara por primera vez en México en las inmediaciones de la UNAM. Los asistentes pudieron apreciar los cuatro vehículos de la marca Volkswagen que arribaron al territorio luego de una larga travesía por el Atlántico: dos Sedán 113 versión Export, un modelo Cabriolet y un Volkswagen Transporter.
Entre las particularidades que asombraron estaba que el Sedán 113 contaba con un sistema incorporado en la cerradura de arranque, ya que antes se encendía oprimiendo un botón dispuesto sobre el tablero. También que su motor desarrollaba 36 caballos de fuerza, que la carrocería lucía unos faros traseros muy pequeños y que contaba con un curioso compartimiento lateral.
Pero más allá de los detalles técnicos, el auto llegaría para quedarse en un país que entonces tenía cerca de treinta millones de habitantes, mientras que sus vehículos, incluyendo camiones cargueros y autobuses, no rebasaban el millón. Además, tuvo siempre un precio que facilitó su consumo a gran escala (costaba alrededor de 12 000 pesos en esa época). Por estas y otras razones, el popular Escarabajo o Modelo 1 fue amado por los mexicanos, para quienes se convirtió simplemente en el Vocho.
Su incorporación a la cultura nacional fue inmediata. Desde las calles en ciudades y pueblos hasta las grandes carreteras los veían pasar por miles. Lo mismo como auto particular que para servicio de taxi, por décadas fue el preferido. De igual forma reclamó su lugar en dramas y comedias de exitosas películas (Patrullero 777, Amores perros, por citar dos conocidísimos casos), o como protagonista en las aventuras de muchos jóvenes que tuvieron en uno de estos su primer vehículo. “Era un coche maravilloso. En 1968 hice un viaje por el sureste con amigos, y nos encontramos que en la costa del Pacífico pasó un ciclón que se llevó todo, hasta los puentes, y solo nosotros pudimos atravesar los ríos porque llevábamos dos sedanes que, efectivamente, flotan”, relató la historiadora Gisela von Wobeser.
Muchos son los momentos que reflejan la importancia de este auto entre los mexicanos, así como las disposiciones oficiales que tuvieron que emitirse para el cuidado de sus usuarios, como aquella de 1984 que exigía la colocación de cabeceras en los asientos delanteros para aumentar la seguridad del conductor y el copiloto, o cuando en 1996 se incorpora el sistema antirrobo a control remoto en todos los modelos. En ese año además salió al mercado una de las más cotizadas unidades de colección de la marca y que también rodó por las calles capitalinas: el famoso modelo Arlequín.
El recuento de anécdotas es interminable, así que solo nos queda evocar una parte de la historia de este famoso auto, pues en julio pasado también se cerró un ciclo luego del cierre de la producción del Beatle, el continuador del Vocho, aunque este ícono automotriz seguro seguirá dando de qué hablar.