Es nombrado por los seguidores del Plan de Ayutla como Presidente Interino por el Partido Liberal. Su gobierno abarca del 4 de octubre al 11 de diciembre de 1855.
Don Juan N. Álvarez, exmilitar insurgente y cacique reconocido en las regiones del sur, se dio a la nada fácil empresa de lanzar el Plan de Ayutla con el fin de derrocar a su Alteza Serenísima que, con sus afanes de grandeza dictatorial, estaba llevando una vez más al despeñadero a este país. La mecha del descontento prendió rápidamente y la revolución se generalizó a los pocos meses. Santa Anna por fin dejó el poder y don Juan N. Álvarez ocupó la presidencia. El federalismo se entronizó de nuevo en la sociedad política mexicana.
Así, llegamos al Congreso de 1856-1857. La Constitución liberal de 1857 que, de suyo, pintaba un panorama difícil de enfrentar, lo fue más cuando el presidente Ignacio Comonfort, promotor del constituyente, se adhirió al Plan de Tacubaya proclamado por el general conservador Félix Zuloaga y que desconocía dicha carta magna. Esto dejó en suspenso la vigencia de ésta y provocó un verdadero descontrol en el grupo parlamentario liberal que el mandatario representaba; sin embargo, los diputados decidieron desconocerlo y nombrar al presidente de la Suprema Corte de Justicia, Benito Juárez, como presidente sustituto. Los conservadores, por su parte, ante la renuncia del indeciso Comonfort, nombraron a Zuloaga presidente de la República, desconociendo al gobierno que Juárez representaba.
A partir de ese momento se vive en el país una de las aventuras políticas más desconcertantes de su historia, pues mientras en la capital se establecía un gobierno que representaba al grupo conservador, Juárez salía rumbo al Bajío en busca de apoyo para defender la legalidad de su gobierno.
Lo que se dice fácil fue una guerra civil que duró tres años: la hoy conocida como Guerra de Reforma. En el lapso de 1858 a 1860, del lado conservador y ante la renuncia forzosa de Zuloaga, se impuso en la presidencia el joven general Miguel Miramón, militar por excelencia cuyos méritos en campaña fueron reconocidos incluso por sus enemigos; y del lado liberal, Juárez, quien después de un largo peregrinar estableció su gobierno en el puerto de Veracruz, desde donde dictó y aprobó la más importante legislación de la historia moderna de México: las Leyes de Reforma que transformarían mucho más las relaciones internas de la sociedad que la Constitución de 1857, al establecer la separación definitiva entre la Iglesia y el Estado.
Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "Soberanía popular en la Ciudad de México" de la autora Guadalupe Lozada León, que se publicó en Relatos e Historias en México, número 104. Cómprala aquí.