Juan Orozco y Berra, el primero en presentar una cronología de los sismos ocurridos en la historia de México

Gerardo Díaz

El trabajo histórico que Juan Orozco y Berra recopiló en su libro Efemérides sísmicas mexicanas abarca tres siglos de este fenómeno: desde 1560 hasta 1827.

 

El apellido Orozco y Berra suele ser vinculado inmediatamente a la figura de don Manuel (1816-1881), ese gran erudito y autor de magníficas obras de geografía, lingüística e historia, por mencionar algunas de sus facetas más reconocidas. Sin embargo, otros familiares suyos también destacaron en la literatura y la ciencia de México, como su hermano Fernando, en el mundo de las letras, y su hijo Juan Orozco y Berra, en la geología. De este último hay escasos documentos que nos proporcionen datos acerca de su origen. La doctora Lucero Morales, del Instituto de Geología de la UNAM, afirma el parentesco con don Manuel; las Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate permiten ubicar su nacimiento en 1856.

Sus primeros acercamientos a las ciencias naturales fueron por medio del dibujo, pasatiempo que nunca abandonó del todo a pesar de obtener el título de ensayador y apartador de metales en la Escuela de Ingenieros en 1881. Así, cuando se oficializó en México la creación del Instituto Geológico Nacional en 1888, su papel como miembro inicial fue el de dibujante topógrafo e ingeniero encargado de concluir las cartas topográficas. Ahí pudo combinar sus dos pasiones y ayudar a esta institución pionera en América Latina.

Pero el trabajo de Orozco y Berra no se enfocó únicamente en perfeccionar las representaciones de hallazgos en cartas topográficas modernas. Con el estudio profesional e institucional del subsuelo, también procuró atención a los movimientos telúricos. Así, dedicó buena parte de su tiempo a la observación de estadísticas al respecto y recopiló toda la información que se pudo permitir, para en 1887 presentar Efemérides sísmicas mexicanas, una cronología que recopila los sismos en la historia de México.

En este escrito destacó como “hecho reconocido hoy día, que la superficie de nuestro planeta está sujeta a continuos movimientos, muchos de ellos han escapado a nuestra observación y escaparán aún si no existen delicados y sensibles aparatos que revelen esas alteraciones. No son únicamente los grandes movimientos más o menos intensos los que se observan, no, la sismología, esa nueva rama de la geología dinámica va más adelante y trata de estudiar los movimientos pequeñísimos que por tanto tiempo escapan a los sentidos del hombre”. La publicación fue gratamente recibida y con el paso de los años criticada y modificada por otros interesados y expertos en este peculiar fenómeno que nunca parará de darnos lecciones.

Juan Orozco y Berra murió apenas tres años después de publicar este texto, el 12 de agosto de 1890; y quizá intuyó que su obra sería para siempre un texto incompleto que otros mexicanos se encargarían de proseguir.

 

 

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