Uno de los personajes notables de la historia de México cuya imagen ha permanecido vigente a través de los años es Benito Juárez. Su origen nos habla de su carácter indomable: zapoteca nacido en un pequeño pueblo de la sierra de Oaxaca, aprendió a hablar español a la edad de doce años. Tras una vida llena de contrariedades, llegó a ser presidente en uno de los periodos más conflictivos de México. Fue una de las mentes más lúcidas de la corriente liberal y enfrentó a los conservadores y al imperio francés, que habían designado a un archiduque austriaco para que gobernara México.
Tras la cruenta guerra contra la invasión francesa y luego de tres años de gobierno itinerante, las tropas liberales finalmente derrocaron al monarca extranjero y se restableció la forma republicana de gobierno que hasta la fecha impera en el país. Luego de cinco años de mandato, Benito Juárez murió en una de sus habitaciones de Palacio Nacional, pero esto no terminó con su legado de honestidad, rectitud y valentía.
Su vida se caracterizó por la austeridad y la congruencia de su pensamiento y actuación. Junto con otros destacados liberales emitió las Leyes de Reforma que, entre otras medidas trascendentes, permitieron nacionalizar los bienes de la Iglesia católica, la cual detentaba un enorme poder económico y político, ya que era dueña de gran cantidad de inmuebles en el país. Aparte de templos y grandes conventos, la Iglesia poseía multitud de casas que rentaba y en el campo tenía productivas haciendas y ranchos. Esta enorme riqueza le permitía ser el principal prestamista, en ocasiones incluso del propio gobierno.
Con el fallecimiento de Benito Juárez no se terminó su presencia en la ciudad de México, que lo hizo suyo y es en donde reposan sus restos. Además de innumerables calles, avenidas y una delegación política con su nombre, se conservan varios bustos y monumentos como el Hemiciclo a Juárez, que se levanta en la avenida que lleva su apellido.
Juárez en Palacio
Palacio Nacional resguarda el llamado Recinto de Homenaje, inaugurado el 18 de julio de 1957 por el presidente Adolfo Ruiz Cortines. La entrada es presidida por una estatua sedente de Benito Juárez ordenada por don Porfirio Díaz en 1891, la cual fue construida con la fundición de los cañones capturados al ejército conservador y de obuses que cayeron durante el sitio de Puebla de 1863.
Ubicado a unos pasos de las habitaciones donde vivió el Benemérito sus últimos años, el Recinto reproduce biblioteca, sala, recámara y algunos cuartos en donde se muestran objetos históricos, joyas y alegorías. Una vitrina expone la mascarilla que se le tomó cuando falleció. Es muy interesante advertir la sencillez con la que vivía, no obstante estar en el edificio que había sido Palacio Virreinal. Las habitaciones de Juárez y su familia no diferían de las de cualquier hogar de clase medianamente acomodada, pues rehuían el lujo y la ostentación, dando lugar a una auténtica austeridad republicana.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Memoria de Juárez” del autor Ángeles González Gamio y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 42.
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