¿Sabían que en en México hubo asombrosos circos de pulgas?

Sí, un espectáculo protagonizado por pulgas que encantó a nuestro país
Marco A. Villa

 

Lo que impresionaba a la multitud era la ejecución de suertes como si se tratara de humanos: cabalgando sobre supuestos caballos que brincaban obstáculos, manejando diminutos carruajes adornados, haciendo piruetas cual diestros gimnastas, o celebrando su matrimonio con frac negro y moño el pulgo, velo y vestido la diminuta dama…

 

“Media hora me pasé de codos sobre el cristal que cubría el famoso ‘Circo de Pulgas’, a cada momento más interesado en las difíciles piruetas que aquellos pequeños parásitos hacían al mandato de su ‘domadora’, una preciosa mujercita americana de cabellos dorados y ojos claros”, escribió el reportero Ariel Nafarrete en una de sus crónicas de El Universal, en mayo de 1924.

Lo que impresionaba a la multitud era la ejecución de suertes como si se tratara de humanos: cabalgando sobre supuestos caballos que brincaban obstáculos limpiamente, “como el mejor de los ‘hunters’ importados de Estados Unidos para el Colegio Militar”, manejando diminutos carruajes adornados al detalle, haciendo piruetas cual diestros gimnastas, o celebrando su solemne matrimonio con frac negro y moño el pulgo, velo y vestido la diminuta dama… ¡y por supuesto el sacerdote y hasta algún testigo!

En cajas, vitrinas o diminutas carpas, los insectos deleitaban a los espectadores que se arremolinaban frente a ellos en cualquier localidad, sobre todo en Estados Unidos y Europa, donde se dice que nacieron en el siglo XVI y de donde también surgieron sus grandes criadores y artífices, cuyos métodos de entrenamiento fueron divulgados en libros y la prensa. Entre los más conocidos destacó L. Bertolotto y su famosa Historia de una pulga con notas y observaciones, de 1833, donde se cree que por primera vez se menciona tal espectáculo. Por los volantes, periódicos y referencias en libros, se sabe que en aquella época este personaje exhibió a sus pulgas en la capital inglesa, Nueva York y Canadá, que estas conformaban orquestas y compañías de baile, y que tuvo connotados rivales en Italia, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.

En México cobraron notoriedad hacia el final del siglo XIX y en la primera mitad del XX. Los circos y ferias de la capital y otras ciudades del país los incluían como parte de su excéntrico repertorio. También eran anunciados en las páginas de los diarios. Crónicas, artículos de corte científico y decenas de caricaturas daban nota de lo acontecido con estos peculiares eventos que hacían las delicias de los asistentes, quienes para apreciar lo mejor que se pudiera a estos insectos, solían llevar lupas, binoculares u otros cristales de aumento para no perderse los asombrosos actos, por lo general musicalizados, incluido el esmerado vestuario con el que los parásitos salían a ejecutarlos.

El propio Nafarrete así lo plasmaba: “¡Estas pulgas son una maravilla! […] ‘Get up, Billy!’, urgía la menudita ‘domadora’, al mismo tiempo que con un delgado popotillo tocaba el lomo del grueso pulgón”. Azorada, la concurrencia guardó silencio mientras el “actor”, vestido de jockey, comenzaba su acto.

El asombro por las pulgas en nuestro país no quedó nada más en los minúsculos escenarios, pues al paso de las décadas destacó su presencia en otros ámbitos, desde la popular canción El piojo y la pulga, hasta negocios que las vendían vestidas para toda ocasión. “En un país donde se venden a los turistas como recuerdo pulgas vestidas […] lo surreal es una realidad que se ve a diario en la calle”, escribió la investigadora Janet A. Kaplan al hablar de la obra de la pintora Remedios Varo. Surreal o no, verdad o no, pues también se llegó a dudar de ellos, estos espectáculos seguramente seguirían siendo muy concurridos de seguirse presentando en nuestro país.