¿Cuál es la historia que une a dos grandes del teatro mexicano: Francisco Arbeu y Merced Morales?

Miguel Ángel Vásquez Meléndez

 

El reconocido actor Merced Morales se presentó en los foros más importantes de México, incluido el antiguo Gran Teatro de Santa Anna, después renombrado como Teatro Nacional, que estuvo en la avenida 5 de Mayo del centro de la capital del país.

 

En su edición del 17 de febrero de 1870, el periódico El Siglo Diez y Nueve informó: “Víctima de una pulmonía fulminante ha muerto ayer y ha sido sepultado esta mañana en el panteón de San Fernando el señor don Francisco Arbeu, tan conocido y estimado en esta capital”. Luego se precisó: “A él se deben los magníficos teatros Nacional e Iturbide”. Seguramente este deceso del empresario afectó a los aficionados al teatro; sin embargo, no fue el único, ya que en la misma nota periodística se leyó: “Anoche ha fallecido de repente el distinguido actor mexicano don Merced Morales que trabajaba actualmente en el Teatro Nacional”.

 

Primeros teatros

 

En Ciudad de México, las labores de arquitectura teatral decimonónica iniciaron en 1823, cuando un antiguo palenque fue transformado en el Teatro de los Gallos. Poco después, en 1826, se realizaron obras de mantenimiento en el Coliseo de Comedias, que a partir de entonces se llamó Teatro Principal.

En la misma trayectoria, en 1841, se terminó la construcción de un teatro llamado de Nuevo México. Francisco Arbeu inició la búsqueda de inversionistas privados y de subvenciones oficiales para la construcción de su primer teatro, mientras que Merced Morales, luego de participar en funciones de aficionados, se incorporó, sucesivamente, al elenco del Teatro de la Unión, al de los Gallos y al Principal, e inició una larga gira por varias regiones del país.

 

En tiempos de Santa Anna

 

Tres años después, en 1844, el empresario inauguró su primera gran edificación, que llamó Gran Teatro de Santa Anna, en reconocimiento a las gestiones realizadas por tal gobernante para reunir los fondos que hicieron posible el levantamiento de ese inmueble. Casi una década más tarde, ambos personajes coincidieron nuevamente en el afán por impulsar el teatro mexicano. En 1853 el gobernante y sus ministros expidieron el Reglamento de los Teatros de México, que contenía disposiciones orientadas al mantenimiento y remodelación de los teatros monumentales, o de primer orden, y otras para el cumplimiento de los derechos de los actores y la instauración de conservatorios dramáticos para la instrucción de los jóvenes interesados en la actuación.

Las disposiciones anteriores resultaron inaplicables ante la crisis política que obligó a Antonio López de Santa Anna a abandonar el cargo presidencial en 1855. Como en ocasiones anteriores, ante la ausencia de dicho general, el título del recinto que llevaba su nombre se cambió por el de Gran Teatro Nacional.

 

Teatro de Iturbide

 

Por otra parte, las dificultades financieras habían provocado que Arbeu perdiera su primer teatro. Pese a ello, en 1853 se encontraba ocupado en la realización de su segunda obra, aunque con el mismo obstáculo, es decir, la falta de capital.

Otra vez el empresario logró conseguir fondos y en 1856 abrió las puertas de su inmueble, llamado Teatro de Iturbide. Un espacio con salones elegantes y amplios, vestíbulos luminosos, tocadores con cosméticos para las señoras y otras comodidades para los espectadores.

El administrador del foro anunció el elenco para la primera temporada, donde apareció como actor secundario Merced Morales, que para entonces había regresado a la capital con la formación adquirida por medio de las funciones llevadas a cabo en otras ciudades, ya que no había podido consolidarse un conservatorio dramático.

Además de recibir el salario pactado al inicio de la temporada, los actores más destacados eran premiados con una parte de los ingresos de taquilla y con obsequios de los espectadores durante las llamadas funciones a beneficio. Morales recibió una función de este tipo en 1857 y logró mantenerse en calidad de intérprete de segundos papeles.

 

De guerra en guerra

 

El rompimiento de hostilidades entre liberales y conservadores, por la Guerra Reforma, afectó la regularidad de las funciones teatrales y disminuyeron los ingresos de los empresarios como Francisco Arbeu. En contraste, Merced Morales continuó en ascenso; en 1860 apareció en los programas como primer actor y dos años después como director, una categoría que le permitió influir en la instrucción de los aprendices y emprender la formación de su propia compañía dramática, junto con otros directores.

Con la instauración del Segundo Imperio, los empresarios del Teatro Nacional cambiaron el nombre de este foro por el de Teatro Imperial. Maximiliano de Habsburgo comisionó a José Zorrilla para dirigir una compañía, emprender la construcción de un foro, impulsar la poesía dramática y la formación actoral. Un ambicioso plan que se redujo a la realización de varias funciones en honor de la pareja gobernante.

Morales logró mantenerse dentro de los elencos; en 1865 desempeñó el papel protagónico en Don Juan Tenorio y al año siguiente en Sullivan, lo que propició comentarios favorables de los críticos, quienes lo compararon con actores europeos. Con el regreso de los liberales al poder y los reajustes en las compañías teatrales, el actor padeció el desempleo; luego se trasladó a Puebla, donde obtuvo logros artísticos, pero poco redituables.

Así, en 1870 Merced Morales murió pobre, como Francisco Arbeu, que para entonces había perdido el Teatro de Iturbide. El empresario y el actor, además de penurias, compartieron obituario.