¿Teotihuacan o Teo uacan?

Lo que sabemos sobre el nombre de la gran ciudad mesoamericana
Daniel Díaz

 

Recientemente se publicó la noticia sobre la propuesta de unos investigadores de cambiar el nombre de Teotihuacan por el de Teo uacan; es decir, dejaría de ser la Ciudad de los Dioses para pasar a ser la Ciudad del Sol, de acuerdo con la traducción que se propone.

 

 

Como es sabido, esa antigua ciudad –hoy parte del Estado de México– fue una de las más grandes de Mesoamérica y la curiosidad por desvelar, de manera sistematizada, los enigmas que la rodean iniciaron en el siglo XVIII. Más tarde, durante el régimen de Porfirio Díaz, entre finales del XIX y principios del XX, se hicieron grandes trabajos de excavación y consolidación de sus monumentos más importantes, siguiendo una metodología que ahora puede nombrarse científica. Las investigaciones continúan hasta hoy y uno de los esfuerzos por dar a conocer sus resultados entre la comunidad académica y el público en general son las continuas mesas redondas especializadas, cuya sexta edición (“Teotihuacan: orígenes, auge, colapso y herencia. Homenaje a Eduardo Matos”) se llevó a cabo del 16 al 18 de noviembre de 2017.

 

En dicho evento tuvo lugar la mesa “Decadencia y herencia del Estado teotihuacano”, en la que los investigadores Verónica Ortega Cabrera, Edith Vergara Esteban y Enrique R. del Castillo Gómez dictaron la ponencia titulada “Teotihuacan en el Códice Xólotl, una aproximación a la denominación indígena de la ciudad”. Por otra parte, la vox populi afirma que de Teotihuacan no se conoce siquiera el nombre real, entre otras sentencias sin ningún sustento académico.

 

Esos fueron los orígenes de la estridencia y el escándalo que causó la propagación de lo afirmado por los especialistas y en el boletín de prensa que emitió al respecto el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Como se sabe, en nuestros días la velocidad con la que nos enteramos de las noticias generadas en cualquier evento es inmediata. Quizá esta premura dio pie a que se mencionara que los investigadores proponían cambiar el nombre a Teotihuacan y no permitió ver que, como dice el nombre de la ponencia, es “una aproximación a la denominación indígena de la ciudad”.

 

Una hipótesis por probar

 

La hipótesis –que eso es– se basa en los estudios hechos al Códice Xólotl, un documento en el que aparece, en seis láminas de las diez que lo componen y de acuerdo con lo afirmado por los investigadores, la manera en que se escribía el nombre antiguo de la ciudad. Así, en la Lámina 6 se ve con claridad dicho registro. Además, el conjunto de glifos que forman el nombre tiene debajo una inscripción que dice Teo uacan, con una grafía del español de la época en que los europeos trabaron contacto con el continente americano.

 

Es necesario señalar que varios de los códices de esa época tienen esas leyendas y, como dice la historiadora Luz María Mohar Betancourt, “los antiguos mexicanos anotaron mediante un sistema de escritura basado en imágenes, a las que se les añadieron, a partir de la conquista, glosas en caracteres latinos tanto en náhuatl como en castellano. Estas anotaciones pretenden explicar las imágenes plasmadas por los escritores-pintores o tlacuilos y muchas de ellas fueron añadidas siglos después de su elaboración y realmente no existe un registro que permita saber quién o quiénes las colocaron ahí, ya fuera un coleccionista europeo, un indígena letrado, un funcionario colonial o un religioso”. No obstante, esas glosas han ayudado a comprender el sistema de escritura antiguo.

 

Lo inquietante de esta ponencia es la lectura de la escritura glífica que hacen Verónica Ortega Cabrera y los demás investigadores, pues proponen que los glifos para designar a Teo uacan se escribieron así para denotar un monumento que estaba en buenas condiciones para efectuar en él actos públicos o privados. Ellos dicen que ahí se nombraba a los mandatarios de las ciudades de la región, como Texcoco, Tenochtitlan y Tlatelolco. Si esta afirmación resulta cierta, significa que para la época en que se pintó el Códice Xólotl (primera mitad del siglo XVI), los edificios estaban en buen estado; al menos los sobresalientes, como las pirámides del Sol y de la Luna.

 

Si se acepta como válida la propuesta de los arqueólogos Saburo Sugiyama y Alejandro Sarabia respecto al 240 como el año del inicio de la construcción de la Pirámide del Sol, la Pirámide de la Serpiente Emplumada y el Edificio 4 de la Pirámide de la Luna, y como fecha última la de 400, cuando se dio una gran modificación con la que se aumentó el volumen en la cúspide de la Pirámide del Sol, dichos edificios estarían en buenas condiciones varios siglos después de 650, la fecha aceptada para el declive de Teotihuacan.

 

Además, los ponentes afirman que la escritura glífica para Teo uacan está registrada en el Códice Xólotl de diversas formas, lo que correspondería a un idioma en específico. Teotihuacan era una ciudad cosmopolita en donde vivieron diversos pueblos, cada uno con su propia lengua y cultura. Sin embargo, los trabajos del arqueólogo Sergio Gómez y el lingüista Timothy King proponen que la lengua dominante en la antigua urbe fue el protonáhuatl pochuteca, de la que se derivó el náhuatl y el mixteco que se hablaban en el tiempo en que los europeos llegaron a lo que hoy es México.

 

Vista de este modo, la sugerencia del nombre Teo uacan adquiere relevancia y, como sucede en el proceso de toda hipótesis, la que nos ocupa aún está en un periodo de corroboración. Así es el avance del conocimiento. Y no es propiamente que los arqueólogos propongan o quieran cambiar el nombre de Teotihuacan. A la postre, si el de Teo uacan es aceptado se deberá a que los datos científicos así lo validan.

 

 

El artículo "¿Teotihuacan o Teo uacan?" del autor Daniel Díaz se publicó en Relatos e Historias en México, número 115