El 17 de abril de 1957 Ana María Incháustegui y Álvaro Carrillo se conocieron en el departamento de un multifamiliar –que hasta la fecha existe– en el callejón Palma Norte, entre las calles Libertad y Jaime Nunó, en el barrio de Tepito de la Ciudad de México. Aquel día era cumpleaños de “Anita” y su primo Ramón Bustos Añorve había invitado a Carrillo, amigo suyo, para que le cantara a su prima con motivo de su onomástico. La festejada y el músico quedaron prendados ese mismo día.
Para entonces, Carrillo –nacido en 1919 en Cacahuatepec, Oaxaca– ya había abandonado su andar como ingeniero agrónomo y comenzaba a prosperar en su carrera como compositor. Un año atrás, en 1956, apareció su primera grabación profesional: “El cometa”, una canción ranchera interpretada por Carlos Madrigal. Tras la publicación de su pieza “Amor mío” en 1957, interpretada primero por Lucho Gatica y un poco más tarde por el trío Los Duendes, la fama de Carrillo comenzó a crecer como la espuma.
Fue por esa época que Ana María y Álvaro comenzaron una relación amorosa. A ambos los unía una ferviente pasión por la música y la poesía. De hecho, por aquellos días Anita escribía un libro de poemas que quizá nutrieron la inspiración de su enamorado.
Se cuenta que, en diciembre de aquel 1957, la idílica pareja asistió a una cena de Navidad con amigos y familiares. Al concluir la comida, Álvaro sacó la guitarra e inició la jovial bohemia. Piezas como “Adiós a Chapingo”, “El andariego”, “Celia”, “La amuzgueña”, “Luz de luna”, entre otras, sonaron en aquella velada en voz de su propio creador.
Entre canción y canción, Álvaro aprovechaba para aclararse la garganta e hidratarse la boca con sorbos de whisky Old Parr blended, e inmediatamente después besaba a su novia. Sin embargo, llegó un punto en el que Anita, que no bebía alcohol, le pidió a Álvaro que parara porque, de tanto beso, la boca ya le sabía a whisky. Entonces, la voz de oro del bolero mexicano le contestó, iluminado: “Lo que tienes en la boca no es sabor a whisky, es sabor a mí”.
Ambos, que conocían el valor de las palabras, se miraron cómplices y apasionados, y comprendieron al instante que aquello era el germen de una nueva canción. Así nació “Sabor a mí”, una de las piezas más interpretadas de Álvaro Carrillo, compuesta al año siguiente y grabada por vez primera en octubre de 1959, bajo el sello RCA Victor. En 1964 Los Panchos y Eydie Gormé la hicieron mundialmente conocida y desde entonces su fama no ha cesado.
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