¿A qué se dedicó la comunidad húngara cuando llegó a México?

Ricardo Cruz García

Con Maximiliano en el trono mexicano, arribaron al país numerosos húngaros, desde soldados hasta médicos. Varios de ellos optarían por radicar aquí luego de concluido el Segundo Imperio, en 1867.

 

Entre 1901 y 1950 llegaron a México alrededor de tres mil húngaros, de acuerdo con las estimaciones de Szente-Varga. Arribaron muchos profesionistas que, debido a la crisis en su país, no hallaban empleo en su campo; entre ellos, abogados, profesores e ingenieros, así como arquitectos como Imre (registrado como Américo) Schwartz, quien arribó en 1922 luego de que, entre tres opciones, el gobierno mexicano fuera el primero en contestar que le otorgaba el permiso para trabajar en su carrera en este territorio, con la opción de que un año después podría traer a su familia.

Pero sobre todo llegaron profesionistas vinculados al sector salud, como médicos, químicos y farmacéuticos. Esta fue la razón por la que muchos de ellos se desarrollaron en ese ámbito de manera exitosa, principalmente en las filiales mexicanas de compañías húngaras como Chinoin, Richter o Sanyn; aunque también hubo quienes crearon sus propias empresas, como Emerico Somló y Federico Lehmann con Laboratorios Hormona (hoy parte de Sanfer), y estos mismos, en asociación con el químico estadounidense Russell E. Marker, con Syntex, de donde salió el compuesto que dio lugar a la famosa píldora anticonceptiva y que hoy forma parte de la suiza Roche.

Muchos otros ejercieron como comerciantes y hubo quienes establecieron negocios propios como el Hotel Kiss, las tiendas de ropa Bilbao y Latino Americana, el Banco Leishman, el café Ritz o el restaurante Chapultepec, e incluso una fábrica de electrodomésticos: Mogum, que aún existe.

Si bien el punto principal de procedencia de los húngaros fue la ciudad capital Budapest, también resultó significativa la población migrante que venía del noreste de su territorio, la región tradicionalmente más pobre del país, de acuerdo con Szente-Varga. Eso sí, la mayoría se estableció en Ciudad de México, en particular en el primer cuadro de la capital, en las colonias Centro, Condesa, Doctores, Hipódromo, Roma, Tabacalera y, por supuesto, la Juárez, donde, como se ha visto, en la actualidad podemos hallar huellas de su legado.

En las artes y la cultura

La presencia húngara en México va más allá de la ciencia, la industria o el comercio, pues en el siglo XX también se asentaron aquí artistas como los fotógrafos Kati Horna e Imre (Emerico) Chiki Weisz. Ambos eran judíos y, antes de reencontrarse en México, habían convivido en España y trabajado con el famoso Robert Capa. Horna creó obras bajo la influencia del surrealismo, mientras que Chiki se casó con la pintora surrealista Leonora Carrington, cuyos hijos también se han dedicado a las artes.

En la década de 1940 arribó José Fehér, quien sobresalió como pintor, escultor y ceramista. Se estableció en Texcoco (Estado de México) y en 1952, al presentar una exposición de su obra en la Galería de Arte Mexicano de la capital del país, Rufino Tamayo expresó de él: “Alentémosle para que nos hable más frecuentemente, porque su palabra denota a las claras su conocimiento”. Al parecer, en los sesenta trabajó en el INAH en el área de reproducción de piezas prehispánicas, lo que lo llevaría a fundar en Texcoco un taller en el que los habitantes de la zona se formaron en ese oficio, al grado de que hasta la fecha muchos texcocanos se dedican a la creación de figurillas de ese estilo, moldeadas en barro y otros materiales.

También destacó el escultor Pal Kepenyes (fallecido en febrero pasado), perseguido político del régimen soviético en Hungría, quien llegó a México en 1959 y se asentó en Acapulco, donde se volvió un referente del arte.

Entre los descendientes de húngaros radicados en México, también podemos contar al artista plástico Gunther Gerzso, al periodista, fotógrafo y académico Adalberto Ríos Szalay, el escultor José Sacal Micha, al ingeniero sísmico Emilio Rosenblueth Deutsch o al cineasta Luis Mandoki Somlo.

 

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La presencia húngara en México