¡Por llegar tarde a misa!

Fray Martín de Valencia y la evangelización de los indígenas

Ricardo Lugo Viñas

 

Otoño, 1524. A media tarde Hernán Cortés, flanqueado por una pequeña comitiva de a caballo, arribó al elevado pueblo de Texcoco, al oriente de la gran Tenochtitlan recientemente destruida, para visitar a los frailes franciscanos que ahí vivían, bajo el auspicio y el manto protector del cacique Hernando Ixtlilxóchitl, tlatoani de Texcoco y aliado de Cortés. Desde unos meses antes, en agosto de 1523, Pedro de Gante, Juan de Tecto y Juan de Aora, se habían establecido en Texcoco con la intención de aprender las lenguas de los indígenas y cristianizarlos.

Esos primeros tres franciscanos flamencos fueron alcanzados en tierras mexicanas por doce hermanos de hábito que arribaron a las costas de Veracruz el 13 mayo de 1524, hace exactamente cinco siglos. Dichos hombres, provenientes de la provincia de San Gabriel, en Extremadura, España, a los que se les motejó como los “doce apóstoles”, venían comandados por el ermitaño y fraile superior Martín de Valencia.

En un primer momento, los doce franciscanos se distribuyeron equitativamente en cuatro ciudades indígenas, en las que emprendieron las labores de evangelización: México-Tenochtitlan, Huejotzingo, Tlaxcala y Texcoco. A fray Martín de Valencia le tocó quedarse en esta última ciudad.

Así pues, aquella tarde de 1524 Cortés conversó con los frailes, en especial con Martín de Valencia, quien aprovechó la visita del capitán y “adelantado” para manifestarle una honda preocupación: sucedía que los indios estaban obligados a asistir a misa todos los domingos, pero pocos cumplían con el mandato, y los que asistían solían llegar muy tarde.

Tras oír aquello, Cortés le propuso a Valencia que orquestaran una pantomima que sirviera de escarmiento para los indígenas. El plan era muy simple: Hernán, que estaría unos días en Texcoco, asistiría a misa el siguiente domingo, pero llegaría muy tarde. Entonces, al finalizar la ceremonia, fray Valencia se le acercaría y él, arrodillado, recibiría unos cuantos azotes en la espalda por su tardanza.

Cabe recordar que desde su arribo a tierras veracruzanas y hasta su llegada a México-Tenochtitlan, los doce franciscanos recibieron un trato de altas dignidades por Cortés. Así lo refiere Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera…: “Cortés mandó en todos los pueblos, así de indios como donde vivían españoles, que por donde viniesen [los frailes] les barriesen los caminos […], les saliesen a recibir y les repicasen las campanas”.

Una vez en Tenochtitlan, Cortés –en compañía del antiguo tlatoani mexica Cuauhtémoc, algunos capitanes y varios caciques principales– salió a recibir, con bombo y platillo, a los “doce apóstoles”. Nuevamente Díaz del Castillo: “Cuando Cortés supo que llegaban cerca [los frailes], se apeó del caballo, y todos nosotros juntamente con él. Ya que nos encontramos con los reverendos religiosos, el primero que se arrodilló frente a fray Martín de Valencia y le fue a besar las manos fue Cortés”.

Para conocer más de este relato, adquiere nuestro número 187 de mayo de 2024, impreso o digital, disponible en nuestra tienda virtual, donde también puedes suscribirte.