Miran a la cámara y sonríen, voltean al cielo con pose seductora, una mano en la cintura y la otra en ademán coqueto, pantalones ceñidos con camisas que se adivinan coloridas en las fotografías en blanco y negro de mediados del siglo pasado. La postura relajada y la mirada provocadora parecen evocar un momento festivo, hasta que la expresión dura de un policía al fondo de la imagen nos llama la atención, al igual que un escritorio con papeles que no concuerda con la actitud de los retratados, o finalmente, los barrotes de una prisión que en definitiva disuelven la ilusión inicial de que las instantáneas reflejan un momento alegre.
Esto nos hace observar con mayor detenimiento las fotografías para darnos cuenta de que los escenarios son siempre los mismos: una oficina del Ministerio Público, los separos de una comisaría o los patios y celdas de una prisión. Lo que las imágenes muestran son homosexuales detenidos por los ambiguos delitos de “escandalizar” y “faltas a la moral”, perseguidos y criminalizados por una sociedad incapaz de respetar la diversidad.
Las imágenes pertenecen al acervo de la Fototeca Nacional del INAH y son sólo una muestra de las decenas que se encuentran con la escueta etiqueta “homosexuales detenidos”, sin más datos que la fecha que, la mayoría de las veces, es sólo aproximada; o si acaso, el lugar donde están detenidos: prisión de Lecumberri, Ministerio Público, comisaría de la Ciudad de México, y nada más. ¿Cuál era su nombre?, ¿de qué se les acusaba?, ¿cuál era su delito?, ¿fueron condenados por un juez?... son dudas que quedan sin respuesta en los registros fotográficos.
Pero las respuestas hay que buscarlas en otros lados, aunque casi siempre resultan sesgadas y parciales; por ejemplo, la nota roja de la época alimenta muchas de sus crónicas con estas fotografías, aunque nunca deja claro el delito por el cual estaban detenidos. Lo que sí es que suele llamarlos “invertidos”, “mujercitos” o “pervertidos”, además de describir sus “orgías” y sus “depravados actos” con la minuciosidad y el morboso detalle que supuestamente conoce el periodista. El motivo es tan lacónico como la información en las fotografías: “escandalizar”.
Basta una breve mirada a los estudios sobre la historia de la homosexualidad en México para comprender que la vida no era fácil para los que elegían no esconder su preferencia sexual a mediados del siglo XX; perseguidos, criminalizados, reprimidos, excluidos, estigmatizados, maltratados y, no en menor medida, asesinados. Las fotografías que nos ocupan aquí dan cuenta de ello: todas tienen como escenario la prisión o la antesala de la misma.
Sin embargo, los detenidos sonríen, posan para escandalizar a los mismos que los hicieron prisioneros; lucen orgullosos ante las cámaras de la sociedad que los reprime. ¿Por qué lo hacen? Quiero creer –y las imágenes parecen confirmarlo– que es su forma de resistir, de retar a la sociedad que los oprime y los encierra, pero, como sus rostros nos gritan desde la distancia de los años, no pueden cambiarlos. Están diciendo a gritos que ahí están, que pueden encerrarlos o matarlos, pero no se van a ir, que pelearán para que la sociedad finalmente pueda ser inclusiva y que la diversidad sexual no sea perseguida como un delito.
No sabemos sus nombres, pero podemos recordar sus rostros retadores como un breve homenaje a las miles de víctimas de una lucha que en México ha logrado algunos avances, aunque todavía le queda un largo camino por recorrer.
El artículo "Orgullo tras las rejas" del autor Luis Arturo Salmerón se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 102.