Sismo de mil novecientos treinta y uno en Oaxaca: La mitad de la ciudad fue destruida, la gente vivía en las calles ante los severos daños en casas, iglesias y edificios públicos. Los daños en el cementerio de San Miguel, al oriente de la ciudad, llevaron a incinerar los restos expuestos de las víctimas del cólera morbus que habían fallecido en la epidemia de la década de 1860; entre esos restos estaban los de Macedonio Alcalá, autor del vals Dios nunca muere, considerado himno regional de los oaxaqueños. Hay referencias acerca del río Atoyac que se secó durante un tiempo. En fotos e imágenes de esos días se aprecian siluetas sombrías, mujeres cubiertas con oscuros rebozos, miradas perdidas, soldados en labores de rescate sin dejar su rifle.
La sismicidad histórica
Oaxaca se encuentra en una zona de alta sismicidad. De hecho, el Vocabulario en lengua zapoteca de fray Juan de Córdova (1578) registra vocablos tanto para el temblor de tierra: xoo, como para el dios de estos: Pitao xoo. También hay un dios de las ganancias, dicha y ventura: Pitao Quillepitooyage. Referiré particularmente dos sismos, los de 1787 y 1931.
Mil setecientos ochenta y siete
La Gaceta de México del 1 de mayo de 1787 registró lo que se ha llamado “El gran tsunami mexicano”. El 28 de marzo de ese año a las once de la mañana, en la costa chica de Oaxaca hubo un violento movimiento que se estima fue de 8.6 grados. Las réplicas que siguieron dan históricamente al conjunto de sismos el nombre de “Temblores de San Sixto” (la celebración del santo es el 28 de marzo). Los pescadores de la laguna de Alotengo o Corralero, al sur de Pinotepa Real (actualmente Pinotepa Nacional), vieron que “el mar se fue” una legua (aproximadamente cuatro kilómetros). Después sucedió un fenómeno desconocido y aterrador para ellos: un tsunami, que llevó el agua siete kilómetros tierra adentro, arrasando con poblados, cultivos y ganado. Los efectos se sintieron en toda la planicie costera desde Acapulco hasta el Istmo de Tehuantepec; en la ciudad de Oaxaca los daños fueron severos en casas reales y templos católicos.
Mil novecientos treinta y uno
El 16 de enero de 1931, a bordo de un avión, el cineasta ruso Sergei Eisenstein llegó a Oaxaca para registrar la destrucción provocada por el terremoto de dos días antes. Justo cuando llegaba ocurrió una réplica y pudo filmar a la gente corriendo en la calle. El documental se llama El desastre en Oaxaca. El sismo de 1931 fue precedido de varios temblores que durante 1928 asolaron Oaxaca, con intensidades entre 6.5 y 8.0 grados.
Eran aproximadamente las ocho de la noche del día catorce del año, un fuerte terremoto de posiblemente 7.8 grados sacudió durante 180 eternos segundos la ciudad de Oaxaca. Las consecuencias del mismo fueron terribles para la entidad, en especial para la capital: hambre, cólera, miseria, migración masiva.
La mitad de la ciudad fue destruida, la gente vivía en las calles ante los severos daños en casas, iglesias y edificios públicos. Los daños en el cementerio de San Miguel, al oriente de la ciudad, llevaron a incinerar los restos expuestos de las víctimas del cólera morbus que habían fallecido en la epidemia de la década de 1860; entre esos restos estaban los de Macedonio Alcalá, autor del vals Dios nunca muere, considerado himno regional de los oaxaqueños. Hay referencias acerca del río Atoyac que se secó durante un tiempo. En fotos e imágenes de esos días se aprecian siluetas sombrías, mujeres cubiertas con oscuros rebozos, miradas perdidas, soldados en labores de rescate sin dejar su rifle. En Miahuatlán de Porfirio Díaz, al sur de Oaxaca, la parroquia se derrumbó. Destrucción material y desolación humana en todas partes. Una crónica de la época recuerda:
Luego se fue la corriente eléctrica en tanto mi infeliz mamá luchaba por sacar a sus tres niños que ya estaban dormidos entre dos vigas que se habían desprendido, pero que milagrosamente habían caído a un lado de la cama donde dormían las criaturas. Corrí en su auxilio y aunque yo también era niño, sacando fuerzas de flaqueza me llevé al más pequeño atravesando la pieza a tentadillas hasta llegar milagrosamente a la calle, cuando estábamos a punto de morir por asfixia debido a la polvareda que despedían los techos y paredes. Tan luego llegamos a la calle se vino abajo otra de las vigas con un gran estruendo, mientras se escuchaban por doquier tristes lamentos, ayes de dolor y oraciones a Dios que lanzaba la gente herida o la que había perdido a algún ser querido.
El corresponsal de El Universal en Oaxaca, Jorge Fernando Iturribarría, reportó una ciudad “apocalíptica, bombardeada, angustiada”. La migración provocó que la población se redujera alrededor de 30%, los precios de la tierra bajaron drásticamente, la gente padeció hambre y carestía; fue momento para iniciar la reconstrucción y modernización de la capital del estado, tomando en cuenta su carácter sísmico.
Al año siguiente, para celebrar el cuarto centenario de la fundación de la ciudad y como forma de recuperar el optimismo, fortalecer el tejido social y reactivar la vida económica, los oaxaqueños organizaron varias actividades fundamentadas en la diversidad cultural, entre ellas un encuentro folclórico llamado Homenaje Racial (25 de abril de 1932), que es un antecedente próximo de la llamada Guelaguetza.
Dos mil diecisiete
Durante 86 años, que son los transcurridos entre 1931 y 2017, en el territorio oaxaqueño han ocurrido miles de temblores de diferente intensidad. Algunos de ellos, de magnitud de siete grados o más, fueron: 26 de julio de 1937 (7.3); 23 de agosto de 1965 (7.3); 2 de agosto de 1968 (7.1); 28 de agosto de 1973 (7.1); 29 de noviembre de 1978 (7.6); 24 de octubre de 1980 (7.0); 14 de septiembre de 1995 (7.3); 25 de febrero de 1996 (7.1); 30 de septiembre de 1999 (7.4); 20 de marzo de 2012 (7.4); 7 y 19 de septiembre de 2017 (8.2 y 7.1, respectivamente). Estos dos últimos provocaron que la Coordinación Nacional de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación realizara dos declaratorias de Emergencia: por el sismo del 7 de septiembre, en 41 municipios de la región del Istmo de Tehuantepec; por el del día 19, en 75 municipios de la Mixteca. Así se tendrá acceso al Fondo para la Atención de Emergencias, que también son atendidas de formas muy importantes y significativas por la sociedad civil y por generosos donantes anónimos: el objetivo es ayudar a los miles de damnificados.
Aprendamos más de la experiencia: el principal reto ha sido, es y será prevenir las consecuencias de los temblores en las viviendas, sobre todo las más vulnerables.
El artículo "Oaxaca. Los eternos segundos de una sismicidad histórica" del autor Salvador Sigüenza Orozco. Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #111 impresa o digital:
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