Las mil y una luchas de Salvador Nava

Carlos Martínez Assad

 

El líder de un movimiento civil que transformó la forma de hacer política en San Luis Potosí en la segunda mitad del siglo XX.

 

 

Han acontecido varios movimientos civilistas en la historia reciente de  México  y  es  importante  rescatarlos  y  darles  el  sitio  que  han  construido en ella. Es el caso del navismo, el movimiento que asumió  el  nombre  de  su  líder,  el  Dr.  Salvador  Nava  Martínez,  quien  fuera presidente municipal de la capital de San Luis Potosí en dos ocasiones, en 1958-1961 y en 1983-1985, así como candidato a la gubernatura de ese estado también en dos ocasiones, en 1961 y en 1991, con un fuerte impacto en la política y la sociedad.

 

Nació el 7 de abril de 1914 y murió el 18 de mayo de 1992. Contribuyó al  derrocamiento  del  poder  del  cacique potosino Gonzalo N. Santos y de al menos  tres gobernadores  del  estado.  Su  espíritu  se  sintetiza  en  los  versos  que  le  dedicó  Antonio Estrada en La grieta en el yugo (Jus, 1963):

 

De Nava sí espera el pueblo

que sea su libertador

San Luis espera que sea

su auténtico “Salvador”.

 

 

1958

 

La figura del doctor Salvador Nava se proyectó sobre San Luis por más de 30 años, desde que alcanzó la presidencia municipal en  1958  en  un  contexto  poco  favorable  para  proyectos  independientes. Lo hizo por medio de la Federación de  Profesionistas e Intelectuales, en la que tuvo un papel importante su hermano Manuel Nava, entonces rector de la universidad potosina. Participaron, junto con otras organizaciones, la Unión Cívica  Potosina  (UCP),  ligada  al  Partido  Revolucionario  Institucional (PRI) que se encontraba en su apogeo, cuando Adolfo López Mateos había sido electo presidente de la República y definido su gobierno como de centro-izquierda.

 

Afianzado  el  proceso  de  desarrollo  estabilizador  en  el  país,  contrastó con los inicios de ese gobierno por la marca de la represión a movimientos sociales de envergadura como el ferrocarrilero y el magisterial. En las cárceles estaban personajes notables como Valentín Campa, Demetrio Vallejo y David Alfaro Siqueiros.

 

En  el  orbe  predominaba  el  ambiente  de  la Guerra Fría que oponía a los dos bloques poderosos encabezados por la Unión Soviética y Estados Unidos, socialista y capitalista,  respectivamente. La Revolución mexicana, por el abuso  que  de  su  ideología  hacía  el  régimen  priista,  entraba  en  descrédito  mientras  una  nueva  revolución  comenzaba  a  atraer  las  miradas  en  América  Latina:  la  cubana.

 

Y  en  medio  de  esa  complejidad,  en  la  capital  potosina  un  médico  de  pueblo  que  parecía salido de una novela de Balzac –por su calidad humana–, consideraba que podía desafiar al sistema político desde su interior. No era una idea exclusiva, pues otros coincidían con ella. Nava aceptó la postulación por parte de lo que se conocía como el binomio PRI-gobierno. Calculó bien, porque el tiempo de los caciques funcionales al sistema llegaba a su fin, como se demostró con Gonzalo N. Santos, de larga trayectoria en los usos  y abusos de la autoridad.

 

Pese  a  haber  sido  considerado  por  otro  potosino  como  “el  tanteómetro  político”  (calcular  o  predecir  al  tanteo),  el  cacique  estuvo  fuera  de  lugar  al  pronunciarse  por  Gilberto Flores Muñoz primero y luego por Ignacio Morones  Prieto  para  presidente  de  la República, colocándose en desventaja, sobre  todo  cuando  el  gobernador  del  estado,  Manuel Álvarez, a quien él había impuesto, abandonó  el  cargo  en  1959  (fue  nombrado  para  completar  el  periodo Francisco Martínez de la Vega).

 

Mientras,  el  doctor  Nava  presidía  el  ayuntamiento  con  habilidad  política  y  mediante  el  usufructo  de  las  simpatías  de  que gozaba él y su familia por su altruismo en la práctica de la medicina en su especialidad, la oftalmología, que ejercía consiguiendo fuertes simpatías entre los obreros y ferrocarrileros de la entidad.

 

Para  el  movimiento  que  se  conformaba  en  torno  a  Nava,  resultaba  una  evidencia  del  apoyo  del  nuevo  presidente  a  esa  suerte de disidencia leal. Eso lo alentó para continuar en su lucha buscando la postulación del PRI para la gubernatura del estado en 1961. Pero resultó evidente que para el sistema no era lo mismo conceder un municipio que una gubernatura.

 

1961

 

Convencido  de  que  el  gobierno  de  López  Mateos  lo  favorecía,  Nava tocó todas las puertas del PRI. Gustavo Díaz Ordaz, entonces  secretario  de  Gobernación,  expresó  que  era  “muy  lícito  en  su  pretensión”,  pero  Alfonso  Corona  del  Rosal,  presidente  del  Comité Ejecutivo Nacional del partido, le informó que no sería el candidato. El 12 de abril, en un mitin en el gran cine Avenida de la capital potosina, se dio a conocer la candidatura del profesor Manuel López Dávila.

 

En una nueva lección de civismo, Nava fue postulado como candidato independiente, apoyado por la UCP; por su parte, la Unión  Nacional  Sinarquista,  que  simpatizaba  con  la  candidatura, dejó a sus miembros en libertad para votar. Las tensiones del momento generaron diferentes problemas y en un enfrentamiento murió el licenciado Jesús Acosta Montaño, respetable navista.  Las  reacciones  llegaron  en  forma  de  protesta  hasta  el  gobernador potosino y el presidente de la República.

 

En  la  víspera  de  la  elección  a  realizarse  el  2  de  julio,  fue  presentada a la prensa la supuesta preparación de una conjura de  los  navistas.  Para  corroborar  lo  dicho,  exhibieron  fotografías de un supuesto arsenal que no eran sino los cohetes que se preparaban para la celebración del santo en algún barrio. Una explosión  se  produjo  cuando  uno  de  los  reporteros  imprimió  su placa; los resultados fueron algunos heridos y el encarcelamiento de varios navistas. De ese episodio surgió la frase de “la rebelión de los coheteros”.

 

Las elecciones se realizaron con la vigilancia de integrantes de la XII Zona Militar, cuya fama se conocía desde la represión a  los  campesinos  seguidores  de  Saturnino  Cedillo  en  1938.  Se  trataba de un grupo castrense adiestrado para abatir a los disidentes.  El  comité  navista  fue  rodeado,  impidiendo  el  voto  de  varios de sus miembros.

 

Finalmente  ganó  el  priista,  pero  surgió  una alerta: Nava había triunfado en la capital del estado con 28 123 votos, contra 24 193 del oficialista. El líder sentenció contundente: “Hemos comprobado que el PRI es el órgano  político  que  destruyó  la  probabilidad  de alcanzar una realidad democrática”. 

 

Una terrible coincidencia surgió cuando el 11 de septiembre fueron aprehendidos 150 de los participantes del henriquismo, es decir, de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano  que,  con  el  general  Miguel  Henríquez Guzmán, se había enfrentado contra el candidato oficial a la presidencia, Adolfo Ruiz Cortines, en  1952.  La  represión  en Ciudad de México y en otros lugares del país alcanzó  niveles  insospechados.  Así,  henriquistas de otro tiempo se vincularon con el general  Celestino  Gasca  Villaseñor,  quien  quería  resarcir  a  los  federacionistas  por  su  pérdida mediante un intento de golpe de Estado contra el presidente López Mateos.

 

Al  tiempo  que  los  gasquistas  programaban sus actividades, el conflicto poselectoral en  San  Luis  Potosí  crecía,  sobre  todo  después del 15 de septiembre, cuando luego de que el gobernador Martínez de la Vega diera el tradicional Grito, fuertes disturbios culminaron en represión.

 

El  ejército  llegó  a  la  cárcel  preventiva,  desarmó a la policía uniformada, se apoderó de la plaza principal e hizo retroceder a los manifestantes hasta el Jardín  Tequisquiapan,  donde  se  habían  reunido  los  navistas  para el festejo. La luz se interrumpió en toda la ciudad mientras los militares avanzaban. En la oscuridad se percibieron los fogonazos de armas de fuego y en cinco minutos fueron abatidos dos soldados, un agente y dos civiles; también hubo varios heridos graves.

 

Después, el coronel Hernán del Valle Escamilla, al mando de los federales, clausuró el comité navista, mientras civiles armados allanaron el periódico  Tribuna,  vocero  del  movimiento, dejando destruida la maquinaria e inhabilitado el local. El 16 de septiembre, hacia las tres de la tarde fue aprehendido el doctor  Nava  por  agentes  de  la  Policía Judicial federal, al mando de otro potosino, Guillermo Fonseca Álvarez (luego sería gobernador del estado de 1973-1979 y en-tregó la estafeta a Carlos Jonguitud Barrios, que ejerció de 1979-1985).

 

Acusado  de  ser  el  autor  intelectual  de  los  acontecimientos,  Nava fue conducido junto con cuarenta navistas a la XII Zona Militar y luego a la Penitenciaría de Lecumberri en Ciudad de México,  en  donde  coincidieron  con  los  antiguos  henriquistas  convertidos en gasquistas y los presos políticos de otras luchas. El 24 de septiembre se dio el careo del doctor Nava y del general Gasca Villaseñor en los juzgados de Santo Domingo; quedó claro que no se conocían, aunque encabezaran movimientos que tenían en común bases populares y heterogéneas, unidas por su antipriismo y su vocación civilista.

 

Manuel  López  Dávila  tomó  posesión  como  gobernador  del  estado el 26 de septiembre. Nava salió de la cárcel el 14 de octubre,  después  de  un  proceso  en  el  que  fue  defendido  por  el  licenciado Adolfo Aguilar y Quevedo, quien llegó a afirmar que renunciaría a la nacionalidad mexicana si el doctor permanecía preso. Al día siguiente, el líder fue recibido en San Luis Potosí junto con su inseparable esposa Conchita Calvillo, y ovacionado en su ciudad por la multitud que lo esperaba.

 

 

 

Si quieres saber qué pasó en 1982 y en 1991, busca el artículo completo “Las mil y una luchas de Salvador Nava” del autor Carlos Martínez Assad que se publicó en Relatos e Historias en México, número 72, Cómprala aquí.