El sexenio cardenista fomentó investigaciones sobre botánica, meteorología y algunos temas forestales como ordenamiento, dasometría, silvicultura y reforestación.
Cuando Lázaro Cárdenas ocupó la presidencia del país en 1934, llamó al ingeniero Miguel Ángel de Quevedo para que se ocupara de la conservación de la naturaleza, ya que como gobernador de Michoacán se dio cuenta de la tala y destrucción que había en los bosques. Le prometió que el Departamento Autónomo Forestal y de Caza y Pesca, que le propuso que dirigiera, dependería de él, como Ejecutivo, y que no estaría bajo las órdenes de ninguna secretaría de Estado. De esta manera, Quevedo podría tratar directamente con él de los planes, del presupuesto o de cualquier problema que tuviera que enfrentar.
Quevedo tenía una larga historia en la lucha por la conservación de los recursos naturales. Durante la presidencia de Porfirio Díaz se había hecho cargo de la Junta Central de Boques que tenía como objetivos regular la tala, elaborar censos forestales, establecer jardines y viveros, y promover la reforestación. En 1911, con el gobierno de Francisco I. Madero, dirigió el Departamento de Bosques, dependiente de la Dirección de Agricultura, que a su vez formaba parte de la Secretaría de Fomento. Entonces tuvo problemas porque los proyectos de ambas dependencias se confrontaban: sus planes conservacionistas no encajaban con los proyectos de expansión agrícola.
Cuando Victoriano Huerta llegó al poder, Quevedo estuvo a punto de ser fusilado, por lo que tuvo que huir del país con su familia de manera precipitada, hecho que narra en su libro Relato de mi vida, publicado en 1943. A su regreso a México se dedicó a la construcción de obras y en 1922 sus actividades conservacionistas al formar la Sociedad Forestal Mexicana, que tenía los mismos fines que la Junta Central de Bosques y con cuyos integrantes Quevedo elaboró los planes de conservación que se propusieron a Cárdenas.
El trabajo del Departamento Forestal y de Caza y Pesca inició con la formación del Instituto de Investigaciones y el Instituto de Enseñanza Forestal, de Caza y Pesca, ambos estrechamente relacionados. De hecho, al principio se establecieron en la avenida Juárez números 25 y 27, de la entonces delegación Coyoacán, en Ciudad de México. En el primero debían realizarse investigaciones sobre botánica, meteorología y todo tipo de estudios forestales: ordenamiento, dasometría, silvicultura y, por supuesto, reforestación. Con base en los recorridos de campo se formarían colecciones zoológicas, un herbario y se decidiría qué regiones deberían ser declaradas zonas de protección para su conservación. Así, entre 1935 y 1940 se establecieron cuarenta parques nacionales en diferentes estados del país.
Por otra parte, en el Instituto de Enseñanza se inició la formación de ingenieros forestales. La institución pronto pasó de la capital del país a Perote, Veracruz, con el fin de que los estudiantes empezaran a participar en el cuidado del parque nacional decretado en la región y de una zona de pinares que iba desde esta localidad veracruzana hasta Teziutlán, Puebla. Además, se crearon otras escuelas forestales para formar guardas que se dedicaran a vigilar que no hubiera tala.
Otro proyecto fue el establecimiento de viveros con el fin de lograr la reforestación de diferentes bosques que habían sido devastados. Uno de estos fue el de Coyoacán, que ya existía desde 1901. Ese año, Miguel Ángel de Quevedo donó una hectárea de su rancho llamado Panzacola para iniciar los trabajos de siembra de árboles para la reforestación. Con el tiempo, el vivero fue creciendo gracias a la compra de terrenos de zonas adyacentes que hicieron diferentes gobiernos, desde Francisco I. Madero hasta Lázaro Cárdenas –excepto, por supuesto, Victoriano Huerta–. Uno de los viveros fundado durante el gobierno de Cárdenas fue el del Mexe, establecido el 5 de noviembre de 1936, en la Escuela Normal Rural, con el fin de reforestar diferentes zonas del valle del Mezquital.
También hubo logros valiosos en cuanto a la conservación de la fauna. Se prohibió la cacería de especies sobreexplotadas, como los venados blanco y bura, el borrego cimarrón, el antílope, el faisán y el pavo silvestre. Para apoyar esta medida se firmó el Tratado para la Protección de Aves Migratorias y Mamíferos Cinegéticos con Estados Unidos. Además, se hizo cumplir la prohibición de las “armadas”, que eran sistemas de cacería en batería que se utilizaban para matar patos en el valle de México. También se trabajó para lograr la conservación de los peces con la prohibición de su captura en época de reproducción, así como la reglamentación y revisión de las redes utilizadas.
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Consuelo Cuevas-Cardona. Bióloga y doctora en Ciencias por la UNAM. Se ha dedicado a la divulgación de la ciencia y ha publicado diversos libros y artículos en revistas científicas. Sus trabajos se han enfocado en la historia de la ciencia –con énfasis en la biología–, así como en grupos y centros de investigación en México entre los siglos XIX y XX. Es profesora e investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo e integrante del Sistema Nacional de Investigadores.
Lázaro Cárdenas y Miguel Ángel de Quevedo