Juan de Grijalva salió el 1 de mayo de 1518 de Cuba y llegó el lunes 3 del mismo mes a Cozumel.
En el templo principal, pirámide mayor de San Juan de Porta Latina de la isla de Santa Cruz, como nombraron esos sitios de la isla descubierta, Grijalva tuvo la evidencia de la idolatría como rasgo religioso de sus habitantes mayas. Había varios ídolos en una suerte de altar, que los nativos reverenciaban.
Igual que en el viaje anterior de Francisco Hernández de Córdoba (1517), se aproximaron de inmediato a los barcos dos canoas de indios. Estos dijeron a señas, despuésde contemplar las naves, que a la mañana siguiente vendrían los principales para atenderlos. Desde allí se divisaba Yucatán, aunque los españoles seguían considerándola como otra isla mayor.
Por la costa de Cozumel, para la impresión de sus habitantes, habían aparecido los barcos. Y cuando llegó el cacique a recibirlos, se acercó y subió hasta la nave capitana. Por la conversación sostenida, auxiliada por dos rehenes mayas tomados el año anterior, Grijalva preguntó por la suerte de dos hombres que, en su viaje, Hernández de Córdoba había dejado “en la isla de Yucatán”. El cacique respondió que sobrevivía uno de ellos y que el otro había muerto. No se sabía que Hernández hubiera dejado dos hombres en su viaje. La búsqueda fue infructuosa.
En la tarde, los españoles vieron un edificio blanco de gran tamaño y, cuando se acercaron, fueron recibidos por una multitud que aguardaba. Resonaban los tambores y los visitantes se percataron de que la isla estaba muy poblada.
Grijalva se sorprendió hondamente al observar la arquitectura. Sobre todo, al descubrir una especie de cruz hecha de piedra y, más aún, que fuera objeto de adoración. Al respecto, don Antonio de Saavedra Guzmán, en El peregrino indiano (Madrid, 1599), consignó estos versos cuya grafía me permito actualizar:
“Tienen allí la cruz y la adoraban
Con gran veneración y reverencia,
Dios de lluvias continuo la llamaban,
Y estaba en un gran templo de abstinencia:
Todos muy de ordinario la estimaban
Con gran solicitud y continencia.”
Era la ceiba, el árbol sagrado de los mayas. Si habían llegado el 3 de mayo, día de la Santa Cruz, la adoración indígena de ésta, de piedra, le hizo ver a los españoles, fantasiosamente, continuidad con su España cristiana, y así Grijalva dijo que estas tierras eran la “Nueva España”. Y Cozumel en particular, la Santa Cruz.
Tres días después se animaron a escalar la pirámide. Grijalva tomó el estandarte español de manos del alférez y en la cumbre lo insertó en uno de los ángulos. También escribió una declaración de puño y letra en un papel que pegó al muro. Peregrino escrito que habría de quedar en la pirámide a la partida de la armada.
También entró un sacerdote y dos indígenas más resguardaron la puerta de la capilla. Era un anciano que traía cortados los dedos de los pies y que empezó a incensar a sus ídolos al tiempo que entonaba un grave canto. Enseguida dieron al capitán y los suyos una pipa para que fumaran tabaco, hábito sorprendente para los castellanos y que les era desconocido.
Los indios bajaron y Grijalva y su gente arreglaron la capilla lo mejor que pudieron para decir una misa, la primera celebrada en la tierra descubierta. A través de Melchor y Julián, los rehenes mayas, el capitán Grijalva dijo a los sacerdotes que ellos no querían sino oro, para asombro de los mayas.
El martes 7 de mayo volvieron a Yucatán por la banda del norte y encontraron “una muy hermosa torre en una punta, la que se dice ser habitada por mujeres que viven sin hombres” (Isla Mujeres), y corrió el rumor legendario de que éstas eran de la raza de las Amazonas.
Volvieron a los barcos navegando hacia el este por la costa de la península. Llegaron a un gran pueblo que nombraron San Lázaro. También dieron este nombre a su cacique. Habían llegado a Campeche. En este lugar, un escuadrón maya colocó un sahumerio en tierra e indicó que, si no partían antes de que se extinguiese el copal, les darían guerra. Como los visitantes no obedecieron (acaso no entendían), los mayas empezaron a tirar flechas. Grijalva ordenó a la artillería que disparara y cayeron tres indios; los demás huyeron con horror por las armas desconocidas. Los españoles los persiguieron hasta su aldea, quemaron tres casas y mataron a otros más. De los españoles, hubo un muerto y cerca de cuarenta heridos de flecha. Justa hostilidad de los campechanos. Sin embargo, en la tarde apareció un principal con una máscara de oro como regalo para pactar la paz.
Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #151 impresa o digital:
Guerra de Castas. Versión impresa.
Guerra de Castas. Versión digital.
Recomendaciones del editor: Si desea conocer más sobre este personaje antecesor de la conquista de México, dé clic en nuestra sección “Juan de Grijalva”.
Luis Barjau. Antropólogo y maestro en Etnología; realizó estudios de posgrado en Sociología en la Universitá Degli Studi di Roma, Italia. Ha sido investigador y director de Etnohistoria del INAH. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y autor de numerosos ensayos sobre el México prehispánico, así como de los libros Voluntad e infortunio en la Conquista de México, La conquista de la Malinche y Hernán Cortés y Quetzalcóatl, entre otras obras.
1518. La expedición de Grijalva y su trascendencia para la conquista de México