Por su parte Sisi, como llamaban a Elisabeth, tuvo que desafiar el escepticismo que mostraron los Habsburgo ante ella, pues pensaban que no tenía el carácter ni las formas para asumir su rol.
Todo estaba arreglado: Elena de Baviera era la mujer que se uniría en matrimonio con su primo Francisco José, emperador del vasto territorio austriaco. O al menos eso pensaban la princesa Ludovica y la arquiduquesa Sofía, madres de los futuros cónyuges. Pero el día en que se anunciaría el compromiso en la casa de veraneo de Bad Ischl ocurrió lo inesperado: el monarca de veintitrés años pidió la mano de Elisabeth, la hermana menor de Nené –como llamaban a Elena– y la cuarta en la dinastía de los Baviera.
Pero la premura por su boda había quedado justificada luego de que el monarca sufriera un atentado poco tiempo atrás, así que era momento de pensar en un heredero al trono. Todo ocurría en un ambiente de marcadas tensiones en el Viejo Continente debido a las guerras y a los movimientos libertarios –como el de los húngaros, dentro de su reino, o las anteriores revoluciones de 1848– que seguían cuestionando la autoridad absolutista del monarca del “vasto y aletargado imperio austriaco”, como lo calificaría el zar Alejandro II. Francisco José, además, buscaba mantenerse al margen de los conflictos bélicos, pero era presionado a tomar partido incluso por su hermano menor Maximiliano, futuro emperador de México.
Por su parte Sisi, como llamaban a Elisabeth, tuvo que desafiar el escepticismo que mostraron los Habsburgo ante ella, pues pensaban que no tenía el carácter ni las formas para asumir su rol. Y es que al crecer en los bosques de Possenhofen como parte de una familia cuya vida se desarrolló lejos de los palacios, en un ambiente libre, espontáneo, desinhibido y en contacto con la naturaleza, carecía tanto del perfil como del interés por cumplir los cánones de una jerarca: sobria, insensible, “intangible e inaccesible”.
Pero como exhibe la primera temporada de la serie La emperatriz aquí tratada, en abril de 1854 la boda entre los primos ocurrió. Aunque solitaria y difícil por las ocupaciones de su esposo y la mala relación con su suegra, una nueva vida comenzaba para Sisi en el palacio imperial de Hofsburg, una vida más cargada de desacuerdos y ataduras que de buenos momentos. Sisi escribió a su padre que en la corte vienesa era “totalmente ella misma y que la vida ahí “es una total embriaguez” y ella solo se dejaba llevar, “pues no la necesitan para nada más”.
Pero de la Sisi deportista, ícono de la moda, viajera, poetisa y hasta una suerte de heroína cuando la unión de austriacos y húngaros bajo una sola Corona nada o muy poco se ha dicho aún en los seis episodios que conforman esta primera temporada que para algunos evade un trato acucioso sobre coyunturales momentos en la historia de las relaciones e influencia del Imperio austriaco con Rusia, Francia y hasta México, pues como es sabido, en esta época comenzó también a delinearse en Europa el rumbo político que tomaría nuestro país en la década de 1860, luego de que Maximiliano quedara excluido de gobernar algún reino europeo tras firmar, condicionado por su hermano Francisco José, el Pacto de Familia.
Por ello, La emperatriz quizá levantará polémica entre el público mexicano y especialmente entre los interesados en el Segundo Imperio de nuestro país.
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La emperatriz