Impuestos en México: propuestas, fracasos y conflictos desde el Virreinato hasta el siglo XXI

Carlos Marichal Salinas

Desde la Independencia, una constante ha sido el fracaso para establecer una política fiscal, progresiva y eficiente. Como consecuencia, el gobierno ha transitado de una gran debilidad federalista a un fuerte centralismo político, pero sin atacar la histórica fragilidad fiscal, que se expresa como insuficiencia presupuestal y gastos crecientes. La apuesta siempre ha sido por la fortaleza política del Estado, no de sus finanzas, y por lo tanto de sus servicios.

 

Para fortalecer al Estado y la provisión de bienes públicos en México, se requiere una reforma fiscal muy bien pensada, que se plantee a partir de una estrategia política realista a fin de asegurar los recursos necesarios para la provisión de una mejor y mayor cantidad de bienes públicos –seguridad, educación, salud e infraestructura económica– tanto a nivel nacional, como regional y municipal. Estas son razones claves para pagar impuestos, pero como México tiene una recaudación muy baja, conviene mirar al pasado para entender cuál ha sido la trayectoria de las reformas fiscales en los últimos dos siglos.

 

La primera reforma fiscal

La primera reforma fiscal en México fue realizada a raíz de la independencia con la ratificación de la Constitución federal de 1824. Este documento fundacional estableció una nueva jurisdicción política y fiscal, similar a la de Estados Unidos, por la cual el gobierno federal mexicano coexistiría con gobiernos estatales locales, cada uno con sus respectivos recursos impositivos.

A pesar de los buenos augurios iniciales, la estructura fiscal federalista probó ser fuente de conflicto y controversia durante medio siglo, pues transitó hacia un federalismo fiscal débil que no permitió la construcción de un Estado independiente, fuerte.

Un primer aspecto contradictorio del marco institucional en la década de 1820 fue la imposición del modelo federalista sobre el viejo sistema colonial, altamente centralista, que incluía la recaudación de un amplio y diverso número de gravámenes directos (sobre las ganancias e ingresos) e indirectos (por consumo y ventas). El nuevo fiscalismo republicano se basó en un régimen tributario esencialmente indirecto: el gobierno federal dependía sobre todo de los impuestos a las importaciones y algunas exportaciones en las aduanas, mientras que los estados dependían sobre todo de las alcabalas (el IVA de la época).

El debilitamiento de la administración tributaria después de aquella década, con la creciente subordinación de los empleados fiscales a los jefes políticos y militares locales, hicieron que la recaudación fuera cada vez más deficiente e inclusive anárquica, como lo revela la historia hasta el Porfiriato.

La debilidad fiscal llevó al gobierno federal a una marcada inestabilidad financiera y militar. Hasta el decenio de 1880, la hacienda federal siempre estuvo agobiada por deudas, que no podía pagar, y durante algunos años no se lograban solventar con regularidad los salarios de funcionarios y militares, lo cual generó las condiciones para que comenzara a difundirse una corrupción crónica entre los servidores públicos.

No fue extraño, por lo tanto, que esta fragilidad fiscal afectara a los ejércitos mexicanos y no pudieran combatir eficazmente a los invasores (en 1846-1848 y en 1862-1867), con la consecuencia de perder buena parte de los territorios del norte, y con el debilitamiento de la institución castrense. Una reciente síntesis histórica de gran utilidad es Penuria sin fin: historia de los impuestos en México, siglos XVIII-XX, de Luis Aboites Aguilar y Luis Jáuregui (Instituto Mora, 2005).

 

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Carlos Marichal Salinas. Doctor en Historia por la Universidad de Harvard. Es profesor-investigador emérito de El Colegio de México. Recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2012. Miembro del SNI, es el primer mexicano en ser nombrado miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Internacional de Historia Económica (2000-2010). Se ha especializado en historia económica e historia intelectual de México y América Latina. Entre sus obras destacan: Historia mínima de la deuda externa de Latinoamérica, 1820-2010 (2014), Nueva historia de las grandes crisis financieras. Una perspectiva global, 1873-2008 (2010), La bancarrota del Virreinato. La Nueva España y las finanzas del imperio español, 1780-1810 (1999), entre otras.

 

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Tres grandes reformas fiscales y tres derrotas