Hospital de Jesús

A 500 años de la fundación de la institución hospitalaria más antigua de América. Primera parte

Ricardo Lugo Viñas

 

El 17 de agosto de 1521, cuatro días después de la caída de Tenochtitlan, el capitán Hernán Cortés y sus fatigadas huestes se trasladaron al sureño pueblo de Coyoacán, cargando a cuestas víveres, enseres, artillería, tesoros saqueados y todo aquello que lograron rescatar o hurtar de la derrotada capital mexica. La batalla que se libró durante 75 largos y aciagos días, por el dominio de la ciudad lacustre más importante de Mesoamérica, había dejado tras de sí un infierno de destrucción y muerte.

Por aquellos dolorosos días, poco o nada quedaba de la gloriosa Tenochtitlan que, apenas dos años atrás, en noviembre de 1519, tanta conmoción y fascinación había producido entre los invasores: “Nos quedamos admirados, y decíamos que [la ciudad] parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís”, describiría el cronista y soldado Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera

Pero ahora sólo había calzadas y lodazales pútridos y supurantes en los que resultaba imposible permanecer. Así que fue necesario evacuar por completo la arrasada ciudad indígena, y todos, incluyendo los prisioneros (entre ellos el tlatoani vencido Cuauhtémoc y otros gobernantes indígenas), se trasladaron a las pedregosas e impolutas tierras de Coyoacán.

La reconstrucción de la ciudad
Así pues, Cortés instaló su residencia en las lejanas afueras de Coyoacán y desde ahí, triunfante cual monarca todopoderoso (aunque aún sin trono ni corona, pues será hasta el 15 de octubre de 1522 cuando el rey Carlos V lo nombrará oficialmente “Capitán General y justicia mayor de Nueva España”), comenzaría a organizar el gobierno y planear la reconstrucción de la nueva ciudad de la cuenca del valle de México, a la que pronto bautizaría como la Nueva España.

Al tiempo que escribía su tercera Carta de relación dirigida al rey, e iniciaba los esfuerzos por alentar y empujar el mestizaje mediante el reparto de solares entre conquistadores e indios principales, el acarreo de ganado doméstico (cerdos, cabras, asnos y yeguas) desde las islas caribeñas La Española y Jamaica, la importación desde España de caña de azúcar, cepas de vid, olivos, trigos, moreras (para los gusanos de seda) y otras plantas, el extremeño dedicaba buena parte de su ingenio y tiempo a coordinar la limpieza de la arruinada Tenochtitlan y concebir la reedificación de una nueva urbe.

Para tal fin, Cortés nombró al capitán general del emperador Cuauhtémoc, el cihuacóatl bautizado como Juan Velázquez Tlacotzin, como primer gobernador de la ciudad de indios, y la primera tarea que le encomendó fue la de organizar las brigadas indígenas de limpieza del islote mexica. Las complejas y arriesgadas faenas de saneamiento comenzaron en noviembre de 1521 y, aunque Cortés afirma que continuaron durante cinco meses, la mayoría de los cronistas estiman que se extendieron hasta por casi un año. Además de ello, el capitán general encargó al alarife y jumétrico (geómetra) Alonso García Bravo que proyectara la traza de la nueva ciudad, para organizar la vida y propiciar el reparto de solares, así como el alzamiento de nuevos edificios. Dicha traza siguió en buena medida la de la antigua capital mexica.

Enfermedad y muerte
Como sucede en todas las guerras, los dolores, padecimientos y sufrimientos humanos de ambos bandos nunca cesan con el simple alto al fuego, la victoria o la rendición. Hay que imaginar la cantidad de sobrevivientes y heridos –hombres, mujeres, ancianos, niños– que dejó la batalla por Tenochtitlan que, según todos los cronistas, fue de una bravura y violencia infinita. Quizás la facción mexica de la Tripe Alianza fue la que más daño y bajas sufrió. Aunque también hubo muchos heridos en el bando de los conquistadores. A estas calamidades y tragedias habría que sumarle las mortíferas enfermedades traídas del Viejo Mundo, viruelas, lepra, peste (que se nombró matlazahuatl), gripes (como el mortal cocoliztli)…, que devastaron y mermaron a la población indígena por cientos de miles, pues carecían de capacidad de resistencia o inmunidad.

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