Estadio Nacional

Emblema del tránsito a la modernidad

Marco A. Villa

 

“Será cuna de nuevas artes, masas corales y bailes... Se verán danzas colectivas, derroches de vida y amor, bailables patrióticos, religiosos, ritos simbólicos, suntuosos, acompañados de música cósmica”, escribió José Vasconcelos en El Universal el día previo a la inauguración del moderno Estadio Nacional aquel 5 de mayo de 1924. Y así fue durante las dos décadas y media de vida que este recinto con forma de U estuvo de pie por los rumbos de los actuales Eje 3 Sur y avenida Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, hasta que cedió su lugar al Multifamiliar Juárez.

En su primer lustro de vida, el novedoso estadio, ícono de la revolución cultural vasconcelista, rápidamente se convirtió en un referente entre los residentes del rumbo. Su cartelera bien pudo atraer a visitantes de toda condición, provenientes de las más diversas colonias que poco a poco comenzaban a dibujar su trazo definitivo luego de las arduas campañas de pavimentación y saneamiento emprendidas en esos años, desde la Doctores, Roma, Algarín y Obrera, contiguas al Estadio, hasta la Del Valle, Chapultepec Heights (hoy las Lomas) o más al sur San Ángel Inn, el “Hollywood de México”.

Al final, el Estadio Nacional era para todos y de su cotidianidad se hablaba desde su primer día de actividad, cuando se presentó un festival sin parangón en el que participó la gran mayoría de las escuelas del Distrito Federal y fue atestiguado por cerca de sesenta mil espectadores, un número que superó por mucho su aforo real. Además, era fácil llegar a él debido a la red de transporte que también por esos años sumaba nuevas opciones y rutas. El estadio era, en definitiva, parte de una nueva metrópoli, ya no sólo la de los palacios o residencias, sino la de una explosión demográfica que aceleraba el desarrollo de la marcha urbana, a la cual había que integrar en torno a nuevos símbolos.

Y para eso sirvió, en el ensueño de sus mentores, este recinto diseñado por el arquitecto José Villagrán: “el estadio está en pie, hermoso y grande, como el cúmulo de virtudes que lo han construido. Lo levantó el trabajo que es santo; lo levantó el sacrificio de los maestros que dieron un día de salario; lo levantaron los estudiantes que ahorraron pequeños goces para construir algo eterno; lo levantaron empleados con óbolo gentil; lo hicieron los arquitectos; lo decoraron los pintores; lo soñaron los artistas. Se realizó por fin como ilusión triunfante de un pueblo que brega. Generaciones ilustres, generaciones fuertes. El estadio está en pie”, agregó Vasconcelos en su artículo de El Universal.

El Estadio Nacional reunió espectáculos masivos, eventos deportivos de talla internacional como los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1926, actos políticos de gran envergadura como las tomas de posesión de los presidentes Lázaro Cárdenas o Plutarco Elías Calles, más toda clase de eventos culturales, desde la presentación en 1931 del Ballet 30-30, del que Nellie Campobello fue la autora del argumento y coreografía, hasta la entrega de regalos a miles de niños de parte de aquel Quetzalcóatl que suplantó a Santa Claus en la Navidad mexicana de 1930.

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