Al observarlo desde lejos no parecía para nada un peleador imponente. Pero al mirarlo de cerca ese sentimiento se acrecentaba aún más debido a su baja complexión y musculatura nada intimidante. Tampoco atemorizaban sus extrañas reverencias al iniciar los combates y mucho menos su tímida sonrisa.
Sin embargo, todo ello importaba poco al iniciar las contiendas; entonces el Conde Koma transformaba radicalmente su postura y con ágiles movimientos lanzaba a sus oponentes por el aire o les hacía pedir clemencia mediante llaves bien aplicadas. Pero ¿de dónde provenía ese extraño que conquistó al público mexicano?
Nacido en Japón en 1878, Mitsuyo Maeda fue uno de los primeros y más aventajados alumnos del Instituto Kodokan de Tokio, la primera escuela en el mundo en enseñar las técnicas del judo. Ahí, Maeda superó años de duro esfuerzo hasta que finalmente llegó el momento en que maestro y alumno consideraron que su recíproca relación había terminado fructíferamente. Así, en los primeros años del siglo XX Maeda se dispuso a viajar por el mundo para promover el estilo de lucha creado por su sensei Jigoro Kano.
Hizo escalas en Estados Unidos, Inglaterra, Bélgica y España, donde ganaba dinero en combates y exhibiciones de sus habilidades. En ese último país las circunstancias relacionadas con su nacionalidad y extraño nombre para oídos ibéricos se conjugaron para que en algún momento se le comenzara a llamar “Conde Koma”, apodo que trasladaría consigo a tierras mexicanas en el año de 1909.
En esa época no existían en nuestro país escenarios idóneos para los combates, así que el Conde Koma se presentó en teatros de la capital como el Principal y el Colón. Con lo curioso que podía ser acudir a un escenario de estas características para observar un encuentro de lucha, lo que distinguió al maestro asiático fue la facilidad para derrotar a sus rivales y su disposición para pagar la cantidad de 500 pesos a quien pudiese resistir un combate de cuatro rounds de cinco minutos cada uno.
El Conde Koma pronto se volvió un éxito sin precedente, al grado que practicantes de diversas disciplinas solicitaron luchar contra él. También fue reconocido por las fuerzas armadas, quienes se interesaron en su método, y hasta por el mismo presidente Porfirio Díaz, quien acudió a verlo en alguna ocasión.
No está de más mencionar que no hay indicio de que repartiera un solo peso entre sus retadores.
“El invencible Conde Koma” del autor Gerardo Díaz Flores y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 68.
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