Buena parte de la vida de Cuauhtémoc está envuelta en el misterio, pero sobre todo llaman la atención las condiciones en que lo mataron: ¿el antiguo tlatoani conspiraba contra Hernán Cortés o esto fue sólo un pretexto para acabar con el único hombre que aún podía dirigir la resistencia contra los españoles? Y hay algo aún más enigmático: ¿dónde quedaron sus restos?
No sabemos cuándo nació Cuauhtémoc –algunos señalan que alrededor de 1500– ni exactamente qué edad tenía en 1521. Tampoco se conoce con certeza quiénes fueron sus padres. Lo que sí se sabe es que era de linaje noble, que fue tlatoani de México-Tenochtitlan, que realizó rituales para tomar el gobierno de su pueblo, que no nació en Ixcateopan (Guerrero) como se ha dicho y, lo más relevante, que defendió su ciudad del embate de los conquistadores españoles y sus aliados mesoamericanos.
Se sabe que tuvo una esposa y por lo menos un descendiente, de quien se conoce su nombre, Diego de Mendoza Austria y Moctezuma, porque está escrito en los documentos coloniales en los que reclama a la Corona española el otorgamiento de beneficios por ser descendiente de la nobleza mexica; entre otras peticiones, solicita que le sean devueltas las tierras y edificios que su padre tuvo porque fue gobernante militar de Tlatelolco, la ciudad gemela de Tenochtitlan y donde vivían los comerciantes.
La captura del tlatoani
Los mexicas peleaban a diario e incluso se burlaban de los españoles, a quienes llegaron a ver como gente inculta y salvaje. De los aliados de los conquistadores, principalmente los tlaxcaltecas, decían que estaban perdidos, pues si los derrotaban los harían reconstruir la ciudad, y si resultaban vencedores los españoles, también los harían servirlos y construir casas para ellos.
Los combates continuaron, pero los mexicas estaban hambrientos y enfermos por beber el agua salina del lago, ahora putrefacta por los cadáveres que flotaban en ella. La situación era desesperada e incluso las mujeres pelearon, pero finalmente fueron derrotados y Cuauhtémoc hecho prisionero cuando intentaba salir de Tlatelolco acompañado por otros nobles para reorganizar la lucha, pues aún podía hacerlo, como lo sabían los aliados de los conquistadores. Por eso, cuando entraron finalmente a Tlatelolco, se distinguieron por su crueldad y dureza para con los vencidos y mataban lo mismo a las mujeres y niños que a los guerreros que, pese a estar debilitados por el hambre y la enfermedad, aún defendían la ciudad.
Los hombres de Cortés, al mando de Pedro de Alvarado, entraron a Tlatelolco el 13 de agosto de 1521 sin encontrar resistencia. Un bergantín, capitaneado por el español García Holguín, dio alcance a la canoa en donde navegaba Cuauhtémoc y la detuvo. Entonces el tlatoani fue llevado ante Cortés y, luego de un discurso, pidió ser sacrificado como correspondía a todo guerrero mesoamericano que sabía que su destino sería acompañar diariamente al Sol cuando por las tardes se ocultara, a ese Sol dador de la vida y de todo lo bueno que había en el plano de la tierra, que era el primero de los trece cielos y también el primero de los infiernos de esa gran construcción que era el universo.
Esta publicación es un fragmento del artículo “El día que asesinaron a Cuauhtémoc” del autor Daniel Díaz y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 95.