Frente al llamado a la revolución de Francisco I. Madero, Ricardo Flores Magón predicaba que “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos”.
Toda su vida es una exhortación a la lucha y un manifiesto al hombre libre. Pero al igual que otros grandes protagonistas de la historia, Ricardo Flores Magón fue “absorbido” en la historia oficial de un modo muy diferente a lo que fue en realidad. Es común que se piense que fue un “precursor de la revolución”, dirigente antiporfirista, inspirador de las huelgas de Cananea y Río Blanco, precursor del artículo 127 o “anarcosindicalista”.
Y si todo eso es parcialmente cierto, la historia ha oscurecido al hombre anarquista, al radical anticapitalista y al feroz crítico de las distintas facciones revolucionarias. Para Ricardo Flores Magón, el maderismo, el villismo o el constitucionalismo no eran más que otras formas de continuar con la esclavitud asalariada después de la Revolución, las cuales también usarían a los más pobres como carne de cañón para solo cambiar a la élite gobernante.
En agosto de 1910, Ricardo Flores Magón, Librado Rivera y Antonio I. Villarreal salieron de la cárcel de Arizona después de tres años de prisión. De inmediato se dirigieron a Los Ángeles, California, y a su llegada fueron recibidos por una gigantesca manifestación organizada por los socialistas norteamericanos; y Regeneración volvía a la vida por tercera vez. Entonces ya incluía una página en inglés y su tiraje era de veintisiete mil ejemplares. El 3 de septiembre siguiente sale su primer número en esta época y Ricardo Flores Magón escribe “A los proletarios”, texto en el que ya es visible su orientación anarquista:
“Obreros, amigos, escuchad: es preciso, es urgente que llevéis a la revolución que se acerca la conciencia de la época; es preciso, es urgente que encarnéis en la pugna magna el espíritu del siglo. De lo contrario, la revolución que con cariño vemos incubarse, en nada diferirá de las ya casi olvidadas revueltas fomentadas por la burguesía y dirigidas por el caudillaje militaresco, en las cuales no jugasteis el papel heroico de propulsores conscientes, sino el nada airoso de carne de cañón. Sabedlo de una vez: derramar sangre para llevar al poder a otro bandido que oprima al pueblo, es un crimen, y eso será lo que suceda si tomáis las armas sin más objeto que derribar a Díaz para poner en su lugar un nuevo gobernante.
“[...] Tened en cuenta obreros, que sois los únicos productores de la riqueza. Casas, palacios, ferrocarriles, barcos, fábricas, campos cultivados, todo, absolutamente todo esto hecho por vuestras manos creadoras, y sin embargo de todo carecéis. Si váis a la revolución con el propósito de derribar al despotismo de Porfirio Díaz, cosa que lograréis indudablemente, porque el triunfo es seguro, obtendréis un gobierno que ponga en vigor la Constitución de 1857, y, con ello, habréis adquirido al menos por escrito vuestra libertad política; pero en la práctica seguiréis siendo tan esclavo como hoy, y, como hoy, sólo tendréis un derecho: el de reventar de miseria. La libertad política requiere la concurrencia de otra libertad: esa libertad es la económica.
“[…] Si no sois conscientes de vuestros derechos como clase productora, la burguesía se aprovechará de vuestro sacrificio, de vuestra sangre y del dolor de los vuestros, del mismo modo que hoy se aprovecha de vuestro trabajo, de vuestra salud y de vuestro porvenir en la fábrica, en el campo, en el taller, en la mina”.
Flores Magón predicaba la revolución de las clases oprimidas contra los que detentaban el poder y contra los que llegarían a tenerlo. Por ello, frente al llamado a la insurrección de parte de Madero en 1910, le recordaba al pueblo la necesidad de ir más allá de un simple cambio de amos y con la libertad de votar como única conquista. En aquellos días, sólo Flores Magón mantenía firme el timón de su voluntad y la popularidad de la que gozaba el rebelde hubiera podido ponerlo a la cabeza de un movimiento político triunfal. Pero Flores Magón rechazaba “representar” a los trabajadores y su labor era la de indicar el camino de la lucha hacia la libertad y el bienestar, sin ningún propósito de mando.
Nadie podía predecir hasta donde llegarían las reivindicaciones populares en la revolución, pero había que intentar conseguir lo más que se pudiera: “Ya sería un gran paso hacer que la tierra fuera de propiedad de todos; y si no hubiera fuerza suficiente o suficiente conciencia entre los revolucionarios para obtener más que esa ventaja, ella sería la base de reivindicaciones próximas que por la sola fuerza de las circunstancias conquistaría el proletariado”. Quizás en ningún otro país en esos años se difundió más la idea de la toma de la tierra como en México, y esto fue gracias a la propaganda de Flores Magón. Y desde 1910, la política mexicana nunca podría pasar por alto esa demanda de “Tierra y Libertad”.
Ricardo Flores Magón explicó el 5 de noviembre de 1910, de una manera que no dejaba lugar a duda, que los fines del movimiento antirreeleccionista encabezado por Madero y los fines del Partido Liberal eran diametralmente opuestos e inconciliables. Y como si su denuncia fuera poco, la Junta envió el 16 de noviembre la siguiente circular a sus afiliados…
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El antagonista