El Rito de Escocia se introdujo formalmente en 1813 con las tropas españolas que venían a combatir a los insurgentes, y más tarde con el grupo de liberales que acompañaban a Juan O’Donojú, último virrey de la Nueva España, quienes conformaron la Gran Logia de México, con el español Felipe Martínez Aragón, oidor de la Audiencia de México, como gran maestre. Con ellos venía Manuel Codorniu, fundador de El Sol, órgano informativo de los escoceses años después.
El Rito de York se instituyó oficialmente en nuestro país mediante tres cartas patentes concedidas desde Estados Unidos por la Gran Logia de Luisiana durante la Guerra de Independencia en nuestro país. La primera el 30 de abril de 1816 a favor de la logia Amigos Reunidos No. 8, en la ciudad de Veracruz; la segunda el 12 de abril de 1817, a favor de la logia Reunión de la Virtud No. 9, en la ciudad de Campeche, y la tercera también en ese año a favor de la logia La Aurora No. 18, en Mérida.
De este modo, en plena lucha insurgente se jugaban ya en Nueva España los intereses de las potencias europeas en las manifestaciones liberales representadas por la masonería escocesa, y los de los norteamericanos en las tendencias republicanas de la masonería yorkina.
Una vez lograda la independencia, afloraron con gran fuerza el escocesismo, como bandera de los intereses españoles, y el yorkinismo como baluarte de los intereses norteamericanos que buscaban un expansionismo ideológico y territorial congruente con la doctrina que los forjara como nación: “América para los americanos”.
Esta publicación es un fragmento del artículo “El poder de la Masonería” de la autora Elena Díaz Miranda y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 80.
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