Cuando la modernidad llegó a Tacubaya

Transformaciones de este pueblo histórico en el siglo XX
Guadalupe Lozada León

Tacubaya poco había resentido los nuevos tiempos 
después de la Revolución, hasta el decreto presidencial
 de diciembre de 1928 que eliminó el régimen municipal en el Distrito Federal. Así, esta antigua villa de veraneo,
 refugio de miembros acaudalados de la sociedad decimonónica, pasó a ser un apéndice más de la capital del país.

 

A lo largo del tiempo, la Ciudad de México, este país y el mundo han visto desfilar un sinnúmero de tendencias arquitectónicas que han marcado el curso del urbanismo e incluso de la historia. Sin embargo, pocos han sido los lugares que, como la capital mexicana —hoy por hoy una de las ciudades más pobladas del orbe—, han visto encimar un estilo sobre otro, despreciando el anterior y buscando con un afán que pareciera paranoico la anhelada modernidad.

Los nuevos tiempos

En el siglo XX, con la Revolución mexicana se comenzaron a transformar los vínculos establecidos entre el capitalino y su ciudad, la cual se modificó con la destrucción de todo lo que olía al viejo régimen. Y es que la antigua Ciudad de México cedió poco a poco sus encantos porfirianos ante los modelos arquitectónicos de esos años.

Fue entonces cuando comenzaron a hacer su aparición los edificios que hoy son un hito en el paisaje urbano de la capital. La que otrora fue una villa de descanso, poco a poco se transformó en un espacio cosmopolita de donde las antiguas familias ya habían huido.

Modernidad arquitectónica

Así las cosas, entre 1928 y 1929 el arquitecto Juan Segura construyó el conjunto Isabel en lo que había sido una de las más famosas fincas de Tacubaya: la de los Mier y Pesado, familia que tenía ahí una gran residencia de descanso. Basándose en el deseo testamentario de doña Isabel Pesado viuda de Mier de proporcionar cobijo y ayuda a los necesitados, Segura dividió el enorme predio en lotes a fin de realizar diversas construcciones que dieran habitación a las nuevas familias que llegaban por aquellos rumbos que lentamente comenzaban a considerarse parte de la ciudad.

Con la edificación del conjunto Isabel —sobre lo que hoy es la avenida Revolución, en la esquina con José Martí—, Segura ejecutó un proyecto con tendencias novedosas en las que las mezclas de los estilos en boga comenzaron a transformar la fisonomía de la zona. Luego, al considerar prioritario optimizar el espacio y obtener ganancias, construyó una serie de locales comerciales en la planta baja del edificio de tres niveles, mientras que en el interior se desarrollaron, alrededor de un patio central, viviendas unifamiliares de dos pisos. La fachada, de gran plasticidad, combinó elementos arquitectónicos con decoraciones superpuestas. Así, introdujo detalles que proyectaban la modernidad del art déco.

En 1930, Segura emprendió la construcción de una de las obras que hasta la actualidad es un símbolo inconfundible de Tacubaya: el edificio Ermita, que es en sí mismo un alarde arquitectónico, tal como lo describe Enrique de Anda en su obra Arquitectura de la Revolución mexicana:

Construido en una época en que el debate parece centrarse entre dos poderosas alternativas de modernidad: el racionalismo europeo y la verticalidad de los rascacielos norteamericanos, el Ermita logra definirse dignamente dentro de una identidad que si bien aprovecha el progreso tecnológico proveniente del extranjero, no cede ante la plástica predeterminada en otras latitudes, prefiriendo integrar un vocabulario arquitectónico absolutamente propio y original.

Situado en el cruce de Revolución y Jalisco, justo en el sitio donde, cincuenta años atrás, un enorme arco indicaba la entrada a la casa de los Mier, el arquitecto levantó este edificio considerado en la época como “afrentoso como un hachazo de concreto en la recoleta tranquilidad de Tacubaya”.

El Ermita se caracterizó por la alternancia de las actividades que se desarrollaban en su interior: departamentos de diversos tipos para albergar a las familias dependiendo del número de sus integrantes, locales comerciales y un cine, el Hipódromo (hoy convertido en teatro), donde se instaló el primer equipo sonoro del país. Al igual que en el conjunto Isabel, Segura diseñó todos los detalles e incluso procuró optimizar el espacio a través de la creación de mobiliario que cumpliera distintas funciones.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Cuando la modernidad llegó a Tacubaya” de la autora Guadalupe Lozada León y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 92