—¿No le mete a estos romeritos con camarones?
—No hermano, ya sería gula. Pero volviendo a nuestro tema: el enemigo ha hecho del matrimonio una verdadera calamidad y de la mujer un artículo de lujo funestísimo.
—Indubitable.
—De modo y manera que yo no creo, ni creí, ni creeré en la pretendida cuanto irreverente e insensata autenticidad de la encíclica. Favor de no servirme más tinto porque tengo esta tarde confesión y rosario. ¿Sabe usted, hermano, que este camote con piña es un bocado de cardenal?
—Por favor de usted, hermano Cástulo.
—Supongamos que sea cierto lo de nuestro matrimonio: por mi parte, ya no está el Magdaleno para tafetanes, peino canas, necesito leer con anteojos, toso que es un gusto, no mastico sino lo suave…
—No se achique, compadre.
—Y sobre todo, usted y yo ¿para qué queremos mujer? Si con los dolores de cabeza propios tenemos bastante. ¿Estos camotes son de Puebla?
—Legítimos de Santa Clara.
—Pues repito. Si de muchacho no me llamaron la atención, diga su merced si de viejo metería la Soler, como dicen los gentiles: dando casa, vestido y sustento al enemigo malo.
—Así opino: acábese su dulce y no deje cumplimientos en el plato.
—Las misas peor que de munición por lo baratas: bautizos como si estuviéramos entre cafres; sufragios ni para un remedio; limosnas cero; los alquileres por las nubes; los víveres caros; los trajes y mundanos atavíos de la mujer a precio de oro; sus afeites, joyas y otros artículos de perdición costando un ojo de la cara, y luego ¡la prole! ¡Un demonio! ¡Que las toree Juan Diego!
—Ahora vienen bien las copas.
—Pero, hermano, si he comido como en las bodas de Caná. ¡Vaya un dedo de eso! ¿Qué es?
—Anís del mono: ayuda a la digestión.
—Pues venga el anís del mono y una miaja de café con bizcochitos, y con permiso de su paternidad sueno las llaves de mi estómago, porque estoy a dieta. Aquí tiene, hermano, mi único vicio: un buen puro; yo con un buen puro, a media luz, reposando la comida y después de mi siesta, no envidio al gentil más regalado. Y de que pienso en el matrimonio, lo que ellas nos cuentan de sus contrariedades privadas: de que me figuro, yo, hombre de orden y amante del reposo, con diez o doce diablillos armando la gorda. ¡Bonita pitada a los sesenta y dos que lleva a cuestas este indigno ministro del Señor! El buey solo bien se lame.
—¿Uno o dos terrones?
—Lo tomo a la costeña, sin dulce. Para compañera me sobra con Jovita, que aunque vieja, pues vio ambos “cóleras”, tuerta y coja, tiene la casa que puede usted comer en los suelos, así de hinojos; teje como un insecto; me sirve al pensamiento; hace unos dulces –sin agravio de lo presente– de chuparse los dedos, y un chocolate batido como ya nadie lo bate, espeso y reconflais, ¡y qué aguas frescas! ¡Y qué animalillos de pasta de almendras! ¡Y qué pipián! ¡Jovita es la reina de los pipianes! ¿Y yo voy a cambiar mi existenciapor las borrascas de la coyunda? Gracias, no fumo.
—Su paternidad habla como un libro y no en balde lo llaman Crisóstomo, es decir, pico de oro.
—No traigo medio nuevo: pero se lo debo.
—Ídem de percal me sucede con Mateana; ha pasado de los cincuenta y pico justi meridiem y es la diligencia andando. ¡Mateana!
Se cimbra el piso, tintinean las copas en el cristalero, se mece la lámpara, crujen las tarimas y aparece hecha una bola lustrosa, albeante, la aludida.
—¿Mandaban?
—Unos popotes para los dientes: que alcen esto y le den sus sobras al perico y gracias a Dios que hemos comido. Benedicte…
Se miran ambos cara a cara y estallan movidos por el mismo pensamiento, en una carcajada que les derriba sobre el canapé oprimiéndose el vientre.
—Usted casado, ¡qué barbaridad!
—Casado usted, ¡qué raspa!
&
Desde Marianito Tentepié que se levantó a las seis de la mañana y le dijo a su padre con la imbecilidad que lo caracteriza: “Papacito, hoy te voy a hacer inocente, harto”.
Pedro Barrancas que lleva un mes de pensar el jaque a su padre político con el fútil pretexto de ser día 28 y el suegro distraído; todos hicieron su gracia el mentado jueves.
Permítanme ustedes les comunique algunas de las que han llegado a estos oídos que se han de comer la tierra.
Joven dependiente de cristalería, nueve años relaciones, familia prometida chilla más espantosa, único salvador situación, devuelve a ella sus “cosas” con atenta, donde le participa ser incompatibles temperamentos.
Garduño, escribiente “efectos alumbrado” afecto poner colas a las damas; quitar silla cuando otro va a sentarse y atar cohetes a los gatos; escribe carta tía piadosa, solicitando mano en nombre padre confesor, en virtud encíclica.
Pietradura, callista, pone parte firmado por él participando su propio fallecimiento a la familia atribulada, porque la condición mineral es de familia.
Peinado, horticultor y suertista, pide compadre suyo fondista, comida para nueve cubiertos doce en punto y por telegrama da contraorden a las dos con el versito de rigor.
Fondista anterior mete patadas a Peinado y llama gendarme del punto, quien conduce al chispudo a la Comisaría, paga multa y paga vidrios rotos y exclama libre: “¡pero lo hice inocente!”.
&
Un popote enfermo de anemia; un cerillo en camiseta; varias colillas de cigarro; un corcho picado de viruelas; una maraña de cabellos; una caja de píldoras; un pedazo de folletín; cinco flores de edad provecta, y ya canciones y un zapato abriendo tamañas tapas, escuchan a la última hoja de un calendario de pared que yace en el cajón de las basuras:
—Pues viejecitos, parece que fue la de deveras y me llegó la lumbre a los aparejos; sigo el camino de mis 364 hermanos los domingos y sábados alegres; los quinces y primeros casi siempre inoportunos; los cívicos y religiosos afortunados, y el que había desprendido con verdadera rabia de la pared por un señor que se hace las ilusiones de que en pasando yo, pasaron sus dolores de cabeza tanto públicos como privados: creánme ustedes, la vida es sueño y todas las fechas estamos cortadas por la misma tijera.
—Ni envidia amigo; porque yo he barrido desde la sala hasta la azotehuela y aquí me tiene usted a mano; la vida es eso, un barrido y un fregado.
—Alto el fuego —clamó blanco de cólera un cerillo en paños menores—, entiendo que la vida es una combustión…
—La vida es humo con más o menos marihuana —terció un cigarro cuya marca, sin mentar personas, era de origen desconocido.
Luego vociferó dando un bote el corcho:
—La vida es perpetuo fingimiento y cuestión de etiquetas; yo he servido de tapadera a cervezas que eran garapiña, a coñacs que no eran coñacs, a champañas fabricadas a domicilio; a cucharadas que mataron al enfermo, y después de limpiar cubiertos, estoy acostumbrado a velar difuntos. ¡Farsa y vicio!
—No andáis descaminado —observó la maraña que fue de un maestro de escuela—, la vida es una perpetua ignorancia y un continuo desengaño de vigilia para los pobres.
—Complicado con enfermedades —murmuró la caja de píldoras.
—Pero —y habló el desgarrado folletín— no carece de ensueños y de curiosas aventuras, sólo que en el momento pistonudo, por exceso de material o de anuncios, Dios, el gran Editor, pone el “continuará en el próximo número”, que es la tumba.
—Todo pasa, todo cansa, todo muere —balbucearon las flores que de púdicas violetas degeneraron en infusión medicinal—. ¡No hay como la juventud!
—Quien mal anda, mal acaba —gruñó sentenciosamente el zapato con la brusquedad que le es peculiar—, y quien no piensa sus pasos tropieza, como me lo han enseñado el cajero que me estrenó, el hijo que me heredó, la esposa que solió usarme en días de limpieza, y la criada con cuyo fallecimiento puso fin a mis peregrinaciones. ¡La vida es un largo viaje!
Y yo me quedé pensando en la cuadratura del círculo, como me sucede mordiendo la pluma y llenando las cuartillas —que sólo Dios y yo sabemos el trabajo que me cuestan— cuando no sé cuál frase sea la más a propósito para rematar la suerte, la frase del estribo, la frase de la última tanda, la frase misa de doce y cuarto, la frase último mono, porque casi siempre se ahoga en el tintero.
Porque es muy natural que yo les diga algo antes de que concluya el año y, para eso, no se me ocurre sino un brindis que oí pronunciar ha tiempo, por un orador enteramente privado que se arrancó del tenor siguiente:
—Señores invitados a este banquete y que han pagado su cuota y personas que se encuentran accidentalmente en él: tomo la copa con la mano esta (se persigna para saber cuál es y ratifica), tomo la copa con la mano izquierda para accionar con la derecha. Señores: es una verdad antiséptica que los sentimientos internos del alma, quiero decir los interiores, no pueden definirse de una manera “palpable”, como por ejemplo queso, y con tal eventualidad me limito en este mes de abril verdaderamente sinfónico y apasionado, me limito en este mes de las flores a desear a ustedes un feliz Año Nuevo.
Lo mismo digo a ustedes: ¡a la suya!
Para conocer más de esta historia, adquiere nuestro número 195 de enero de 2024, impreso o digital, disponible en la tienda virtual, donde también puedes suscribirte.