En nombre de la modernización y el ordenamiento urbano, desaparecieron el Portal de las Flores y el antiguo callejón de San Bernardo para dar paso a esta avenida eminentemente comercial que hoy es parte emblemática del paisaje del Centro Histórico de la Ciudad de México.
El 15 de diciembre de 1933, en el Diario Oficial del gobierno mexicano aparecía publicado el decreto que “declara de utilidad pública el alineamiento de las calles de la Diputación, Ocampo y su continuación hasta la calle de Chimalpopoca, para formar la avenida que se denominará del 20 de Noviembre”.
Firmada por el presidente Abelardo L. Rodríguez y el licenciado Aarón Sáenz, jefe del Departamento del Distrito Federal (DDF), esta orden ejecutiva justificaba la acción de la apertura de la citada avenida con una serie de “considerandos” o justificaciones, entre los que destacan “el embellecimiento de la ciudad”, la conclusión de que “es indispensable la apertura y el alineamiento de nuevas vías de comunicación que reúnan los requisitos de amplitud y belleza concordantes con la categoría de la Ciudad de México”; la afirmación de que “la ciudad carece de vías apropiadas de comunicación y que esto ha motivado su estancamiento comercial; que es de importancia estética el ensanchamiento y continuación de las calles denominadas Pasaje de la Diputación y Ocampo para darle vista a la Plaza de la Constitución y a la Iglesia Catedral, que indudablemente es en su género el edificio más hermoso de toda América”, además de que no “no existe una calle que conduzca directa y rápidamente a entroncar con el camino de México a Acapulco”.
Una avenida commercial
Por otro lado, el decreto no omitía señalar problemas que hasta hoy siguen aquejando al centro de la capital y argumentaba “que el problema de tránsito de la Ciudad de México adquiere cada día proporciones más graves […] lo que se traduce en pérdidas enormes de tiempo y de dinero para los que transitan en esta sección y principalmente para los que se trasladan de la Plaza de la Constitución a la región suroeste de la Ciudad; que la congestión del tránsito antes mencionada se traduce también en pérdidas serias para la sección comercial del primer cuadro”.
Posteriormente llegaba a la conclusión más contundente de todas: “la Ciudad de México se ha desarrollado principalmente hacia las regiones del Sur y Suroeste, quedando un bloque de manzanas que se interponen entre el centro de la Ciudad y estas regiones nuevas, obstruyendo la continuidad natural de la ciudad entre su parte vieja y sus ampliaciones”. Luego enfatizaba que la economía de la capital se vería beneficiada, pues “alineando y continuando las calles antes mencionadas del Pasaje de la Diputación y Ocampo se puede abrir una avenida comercial que dará vida a todo este importante sector de la ciudad, siendo incuestionable que sin pérdida de tiempo debe procederse a alinear estas calles continuándolas hasta entroncar con el camino de Tlalpan y con la Avenida Pasteur [hoy Diagonal 20 de Noviembre]”.
En seguida, se detenía a hablar de la plusvalía, hoy tan socorrida en todos los desarrollos inmobiliarios: “Al alinearse y abrirse esta nueva arteria se movilizarán todos estos valores [comerciales] hoy estancados y subirán de precio los terrenos y propiedades adyacentes”. Para finalizar, refiere que la Comisión de Planificación del Distrito Federal ya ha aprobado que esta nueva avenida llevará el nombre de 20 de Noviembre y tendrá un “ancho de 37 metros de paño a paño en su primer tramo, o sea el comprendido entre la Plaza de la Constitución y las calles de Venustiano Carranza y de 27 metros en el resto de la misma que partirá de dichas calles de Venustiano Carranza terminando en la Calzada de Chimalpopoca”.
En nombre de la modernización
Dada la relevancia de esta enorme misión que se le presentaba a las administraciones de Abelardo L. Rodríguez y Aarón Sáenz, las tareas comenzaron de inmediato. Siguiendo paso a paso lo planteado en la ley, se expidió el decreto para la apertura de la avenida 20 de Noviembre tomando como base el Plano Regulador de 1933 del arquitecto Carlos Contreras Elizalde –cuyo original se conserva en el Archivo Histórico de la Ciudad de México, ubicado en la esquina de República de Chile y Donceles, en el Centro Histórico–, que en un ambicioso proyecto se planteaba la necesidad de regular el crecimiento urbano y facilitar la circulación vehicular. Cabe mencionar que este plano merece un estudio más profundo al ser un documento visionario que contiene algunas de las propuestas que se realizaron a lo largo del siglo.
Así, el 16 de mayo de 1933 se instaló el comité ejecutivo encargado de la obra, integrado por los ingenieros Roberto Servín como presidente y Evaristo Araiza de secretario, así como León Audibert en el cargo de tesorero y el arquitecto Vicente Urquiaga y Rivas como asesor técnico, además de responsable de la elaboración del proyecto. Este último, en la revista Arquitectura y Decoración de mayo de 1938, dio cuenta de algunas características de la obra:
- Centrar la Avenida en relación con la Catedral Metropolitana haciendo concurrir el eje de la Avenida a la Portada principal.
- Conservar el alineamiento de la acera poniente de la Avenida en su primer tramo en el que se encuentran ubicados los edificios del Departamento del Distrito Federal y el edificio comercial de El Palacio de Hierro.
- Conservar también la pequeña capilla de la Concepción Tlaxcoaque.
- Otros edificios más bien de carácter histórico que artístico que hubieron de destruirse por quedar precisamente en el trazo de esta avenida fueron la casa No. 88 de la calle de San Jerónimo, en la que según se dice nació y vivió el protomártir mexicano San Felipe de Jesús, martirizado en el Japón.
Impresionante resulta también la conectividad que se proyectaba con la creación de otras arterias que, si bien no conservan la circulación con las que fueron proyectadas, sí se trazaron dando una idea de la magna obra de planificación. Por ejemplo, la Diagonal 20 de Noviembre, en palabras también del arquitecto Urquiaga, “entronca con una arteria ya existente entre la Calzada del Niño Perdido [Eje Central Lázaro Cárdenas] y la Calzada de la Piedad [avenida Cuauhtémoc] que lleva los nombres del Doctor Terrés en un tramo y del Doctor Pasteur en otro. La conexión de esta arteria con las calles de Coahuila y Chiapas hasta su cruzamiento con la Ave. Insurgentes, arteria norte-sur de la Ciudad, facilitará notablemente la comunicación con esta zona residencial, estableciendo la fácil circulación de vehículos”.
La última parte de esta historia corresponde a la modificación de la estructura del templo de San Bernardo, cuyas dos portadas paralelas, características de los conventos, estaban alineadas sobre Venustiano Carranza, obstruyendo la nueva avenida. Así lo relata Manuel Toussaint en la misma edición de Arquitectura y Decoración:
La Iglesia resultaba afectada en gran parte, pues todo el espacio ocupado por la portada del Oriente quedaba fuera de la línea. Estudiado detenidamente el caso por la Junta de Monumentos, se aprobó la iniciativa del Arquitecto Vicente Urquiaga que consistía en conservar el templo, cortar el tramo para alinearlo y reconstruir en la nueva Avenida, a los pies [es decir, bajo el coro] de la Iglesia la portada que se había desarmado. […] no sólo quedó intacta la portada en su nuevo sitio, sino que el revestimiento de tezontle interesante, luce más ahora y se le aprecia mejor.
Como puede observarse, el trazo de la Avenida 20 de Noviembre, inaugurada oficialmente en 1936, fue la consecuencia de un proyecto inmenso de modernización de la capital del país gracias al cual se desarrollaron hitos urbanos que hoy son sello indeleble de su estampa.
Esta publicación sólo es un fragmento del artículo "La polémica Avenida 20 de Noviembre" de la autora Guadalupe Lozada León, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 105.