En 1948 se instauró el Impuesto Sobre Ingresos Mercantiles (ISIM) para gravar el consumo a través del ingreso que, por concepto de compraventa, recibían comerciantes e industriales, como sucede actualmente con el IVA.
La historia de los impuestos en el siglo XX mexicano debe considerar que, a través del establecimiento del IVA, la centralización tributaria se consolidó como el formato único de coordinación fiscal en nuestro país. ¿Por qué fue así? Vayamos por partes.
En principio, debemos señalar que, con la entrada en vigor del IVA, la federación sustituyó el Impuesto Sobre Ingresos Mercantiles (ISIM), establecido en 1948 bajo la presidencia de Miguel Alemán. En términos generales, esta figura tributaria gravó el consumo a través del ingreso que, por concepto de compraventa, recibían comerciantes e industriales.
Al igual que el IVA, era un impuesto que recaía sobre el total de las transacciones que supone la actividad económica, es decir, fiscaliza la demanda intermedia y la demanda final. La primera refiere al consumo de bienes y servicios destinado a otro proceso productivo (insumos), mientras que la segunda alude al consumo final, esto es, a los bienes y servicios usados para la satisfacción de las necesidades humanas como la alimentación y el vestido, entre otras.
A grandes rasgos, la compraventa realizada por industriales es representativa de la demanda intermedia, mientras que las transacciones de comerciantes lo son de la demanda final, en tanto que estos constituyen el eslabón de la cadena de distribución que oferta la producción para el consumo de las familias.
Es de suma importancia destacar que el ISIM, como sucede con el IVA, era realmente pagado por el comprador, y cobrado por el vendedor, que lo entregaba al fisco. Entre 1973 y 1980, la tasa vigente fue del 4%. Un agente económico de aquellos años que recibiera, por ejemplo, un ingreso de mil pesos por una venta realizada, tenía que pagar al fisco cuarenta pesos por concepto de ISIM; de esta manera, al momento de realizar la venta, cobraba al consumidor 1,040 pesos.
El ISIM, como el IVA, fue un impuesto que pagaban demandantes (compradores), pero que cobraban oferentes (vendedores). El hecho de que fuera recaudado por un intermediario, que lo trasladaba al consumidor, definió su carácter indirecto. Aparte, supuso una carga fiscal adicional a los sueldos y salarios a los que se les descontaba también el Impuesto Sobre la Renta (ISR).
Hay que mencionar que el establecimiento del ISIM derivó del proceso de reorganización hacendaria que las diferentes administraciones federales impulsaron, y que inicialmente respondió a las distintas necesidades financieras y políticas del Estado posrevolucionario. Posteriormente, este objetivo se afianzó en la medida en que el proceso de industrialización que inició en los años cuarenta exigió una mayor intervención del Estado y sus recursos en la actividad económica.
La reorganización de la hacienda pública, según el discurso federal, resultaba necesaria en un escenario donde la concurrencia de impuestos federales y locales (estatales y municipales), sobre una misma actividad económica, frenaba el crecimiento nacional. Para la federación, la solución a este estado de cosas –que adjetivaban de “anárquico”– consistió en coordinar, es decir, unificar los impuestos que recaían sobre cada ramo. Se trataba, en pocas palabras, de establecer un sola figura tributaria, de carácter federal, sobre cada actividad económica.
Bajo esta lógica, las entidades federativas debían eliminar sus impuestos locales a cambio de recibir una participación de la recaudación que se obtuviera del gravamen federal. La consecuencia fue la definición de un pacto fiscal centralizado que enterró el federalismo fiscal en nuestro país, como atinadamente subraya Carlos Marichal en el artículo que se presenta en esta edición. En este marco, se debe subrayar que el ISIM representó la figura tributaria con la que se impulsó la coordinación del comercio y la industria.
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María del Ángel Molina Armenta. Doctora en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, ha realizado estancias posdoctorales en la Facultad de Economía de la UNAM y en el IIH-S de la Universidad Veracruzana. Su línea de investigación es la historia fiscal mexicana de los siglos XIX y XX.
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