José Martí llega a la Ciudad de México a los 22 años, en 1875. Se siente orgulloso de su condición de exiliado cubano producto de sus ideas libertarias. Graduado en España en Filosofía
y Letras, es también una excelente pluma que pronto encuentra su lugar en la capital mexicana a través de Revista Universal. Diario de Política, Literatura y Comercio.

Al editor le fascinan sus poemas, pero requiere que sea un escritor del día a día. Para su sorpresa, Martí demuestra prodigalidad y en muy poco tiempo se permite analizar con soltura temas de diversa índole, cual periodista veterano. Esto le gana invitaciones a círculos literarios de las plumas más prestigiosas del país como Guillermo Prieto, Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez y Justo Sierra.

Las tertulias incluían pícaras charlas sobre las obras presentadas en los teatros de la ciudad y sus autores. Para estar al día, Martí acude al estreno de Amor con amor se paga en el Teatro Principal. Ahí, su galante mirada es correspondida por los pizpiretos ojos de una jovencita. Es hija del licenciado Francisco de Zayas-Bazán y Varona, casualmente cubano como él y cuya residencia era contigua a la redacción donde trabajaba Martí.

El escritor pone manos a la obra y gestiona ganarse al abogado. Zayas era un fanático del ajedrez, así que Martí procura ser un rival interesante. Entre sus nuevas consultas literarias se asoman ejemplares sobre el arte de las partidas. De a poco, Carmen lo saluda mientras su padre está ensimismado pensando contraataques. El matrimonio se consuma al poco tiempo. Martí se gana la fama de galante ajedrecista, situación que despierta curiosidad en un interesante grupo de exiliados.

Andrés Clemente Vázquez, cubano también y dueño de una publicación dedicada al ajedrez llamada La Estrategia Mexicana, reconoció en su compatriota a una pieza carente en su tablero. Lo invitó a reuniones encabezadas por Nicolás Domínguez Cowan, agente de la Junta Revolucionaria Cubana de Nueva York.

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