A principios del siglo XX, La Merced ofrecía oportunidades laborales, así como lugares de residencia con rentas hasta cierto punto accesibles. De tal manera, se volvió un punto de llegada y recibió a extranjeros a los que se les permitió establecerse e iniciar una nueva vida. Para muchos de ellos incluso resultó ser un paraíso, debido a que venían huyendo de condiciones políticas o económicas precarias en sus países de origen, como fue el caso de los griegos.
La crisis griega y la migración
Los enfrentamientos entre griegos y turcos fueron constantes a inicios del siglo XX, pero entre 1919 y 1922 se recrudecieron, lo que contribuyó a la inestabilidad política de Grecia y a la falta de condiciones favorables para el desarrollo de sus habitantes, pues al ser una población mayormente agrícola, ésta se vio afectada por la crisis mundial, los conflictos bélicos y en ocasiones las condiciones climáticas para las cuales no habían podido preparase. Así, entre las décadas de 1920 y 1930 se dio una de las mayores olas migratorias transoceánicas a México, pues nuestro país resultaba una de las opciones temporales a habitar, mientras se podía ingresar a Estados Unidos.
Al mismo tiempo, durante el gobierno del presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928) se estableció una ley de migración que estipulaba la posesión de una carta de buena conducta, además de una tarjeta de identificación y buena salud para los extranjeros que quisieran establecerse en el país. Esto en respuesta al gran número de inmigrantes que entraban de manera ilegal a México.
De esta forma se buscó atraer a extranjeros capaces de integrarse a la vida cotidiana del país, con “la obligación de naturalizarse en breve plazo, de adquirir el idioma oficial o de inscribirse en centros educativos docentes”, de acuerdo con el investigador Gabriel Baeza.[1] La idea era fomentar el desarrollo de una sociedad multicultural en beneficio de la nación mexicana.
Esto derivó en un fenómeno de simbiosis que se manifestó también en el barrio de La Merced, ya que aquí se adaptaron diferentes culturas y modos de vida, al tiempo que se propició el desarrollo de sus habitantes, lo que dio como resultado diversas aportaciones a la cultura nacional.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Del Olimpo al barrio” de la autora Susana A. Ramírez Bello y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 94.
[1] Gabriel Baeza, Una minoría olvidada: griegos en México (1903-1942), Segob-INM-Centro de Estudios Migratorios/DGE-El Equilibrista, México, 2006, p. 45.