Veracruz durante el siglo XVII padeció el ataque de los piratas o cuando menos uno bien documentado, y mientras hubo piratas existió el temor de más ataques. La primera acometida al puerto de Veracruz fue el 16 de septiembre de 1568 por el inglés Sir John Hawkins.
El envío de metales preciosos a través de Veracruz era suficientemente atractivo para que los piratas buscaran el botín. A la llegada de Hawkins a Veracruz –lo que provocó confusión entre quienes esperaban a la flota castellana– había doce veleros con siete millones doscientos mil pesos reales esperando ser enviados a España. De ahí en adelante se construiría en el islote el fuerte de San Juan de Ulúa, cuya edificación duraría todo el siglo XVII hasta su terminación en 1709. Pero en realidad, a pesar de los temores, Veracruz –o la Villa Rica de la Veracruz– nunca fue un objetivo claro de la piratería que prefería cualquiera de las islas del Caribe o atacar a la flota cuando pasaba el estrecho de Florida rumbo a España. Los ataques de corsarios a los dos puertos del Golfo de México, Campeche y Veracruz, representan el 4.5% del total.
Parece que este asunto de la llegada de Hawkins a Veracruz fue toda una tragicomedia. Los españoles esperaban el arribo de la flota española y tenían cargados los barcos que harían el viaje de regreso. Hawkins los engañó izando la bandera española para desconcertarlos y los españoles, confundidos, lo recibieron. Los oficiales del puerto subieron a bordo del Jesus of Lubbeck sin percatarse de que se trataba de un barco corsario inglés. Fueron hechos presos e interrogados. Hawkins mandó decir que no era su intención robar, sino únicamente reparar sus naves, abastecerse y zarpar sin causar daños.
El 17 de septiembre de 1568 se apareció en el horizonte la esperada Flota del Tesoro, compuesta por trece veleros grandes al mando del capitán general don Francisco Luzon (o Luján) que, además, transportaba a don Martín Henríquez, nuevo virrey de la Nueva España. Sorprendido por la aparición de la flota española, Hawkins decidió bloquear la rada y le mandó decir a Luján que no le permitiría la entrada al puerto a menos que negociaran un pacto de no agresión y solemnemente juraran no traicionarse.
Después de arduas negociaciones, Hawkins permitió la entrada de la flota española a condición de que fondearan en los extremos: los ingleses en San Juan de Ulúa y los hispanos en el puerto. A los corsarios se les permitió vender algunos esclavos para pagar sus reparaciones e intercambiaron rehenes para garantizar el trato. Sin embargo, los españoles ya se organizaban en secreto para atacar a Hawkins, quien empezó a sospechar que las autoridades del puerto algo traían entre manos, a lo que el virrey le aseguró que confiara y que nada malo le sucedería.
El jueves 22 de septiembre, Hawkins cenaba con uno de los rehenes quien quiso envenenarlo, al descubrirlo, lo encerró en la sentina, pero no le dio mayor importancia. A la mañana siguiente, cuando Hawkins supuestamente ya debía estar muerto, mil hombres atacaron a los ingleses e inició la Batalla de San Juan de Ulúa.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Piratas en Veracruz” del autor Eduardo del Paso y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 24.
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