Pascual Orozco

La revolución vino del norte

La Redacción

En Chihuahua, el principal instigador de la rebelión en la zona del Papigochic fue Albino Frías, suegro de Pascual Orozco. Hombre de tez blanca, alto, de cabellos oscuros y bigotes, “tenía una mirada de rayo que hacia juego con su voz de trueno” y era propietario de un rancho próspero. Cuando se desencadenó, en 1892, la guerra contra los rebeldes serranos de Tomochic, los Frías, los Orozco y los Caraveo se negaron a cooperar con los soldados federales, y pocos años después los Frías junto con los Orozco participaron en la municipalidad enfrentándose a los caciques.

 

Papigochic, en la sierra de Chihuahua, en la zona entre San Isidro y Ciudad Guerrero (conocida como Picos Largos en el lenguaje local), es un valle muy fértil de limo proveniente de las proximidades altas de la Sierra Madre, con una temperatura fresca que permite el cultivo de frutales y ganado de buena calidad y también la zona de entrada a los campos mineros de la zona.

A principios del siglo XX todo el norte, y también esas regiones del país, vivieron profundas transformaciones producto del comercio con Estados Unidos, propiciado por los ferrocarriles, el libre cambio y nuevos modos de explotación de la tierra. En Chihuahua se modificó el equilibrio entre caciques y pobladores y el sentimiento de protesta comenzó a generalizarse: mineros, comerciantes y rancheros serranos se interesaron en los movimientos de protesta. Algunos asistieron a las reuniones del club liberal Ponciano Arriaga de San Luis Potosí, y después apoyaron al movimiento que postulaba al general Bernardo Reyes a la vicepresidencia. En eso se enteraron del movimiento maderista. Era atractivo para ellos porque se trataba de un movimiento nacional al que podían unirse para romper el aislamiento al que habían estado sometidos tradicionalmente y, por ende, fracasados los anteriores movimientos políticos.

Pascual Orozco no era un simple arriero ignorante como se la ha querido representar, sino un miembro respetable de la pequeña burguesía ranchera. Le gustaban las camisas de seda y llevaba los sombreros más caros del norte, los Stetson norteamericanos. Su preferencia por vestir al estilo tejano acentuaban más el contraste con el mexicano típico del campo. Él y su padre tenían un rancho de medianas proporciones, herramientas agrícolas, caballos, mulas y una pequeña mina con unos setenta empleados. En 1907 abrió una tienda de abarrotes y se hizo dueño de una buena cantidad de mulas con las que acarreaba mineral desde las minas a los centros de población o estaciones de tren. Como arriero tuvo fama de conocer todas las veredas de la sierra hasta la frontera norte, de organizador de expediciones y viajes, de ser implacable con los ladrones y un tirador insuperable; por todo ello gozaba de prestigio y respeto en la región. Como lo mencionó el jefe de la segunda zona militar, el general Juan A. Hernández: “era gente de influencia y prestigio a nivel regional, arriba del nivel cultural promedio de la gente del campo”.

Es muy posible que los Orozco fueran partidarios de Bernardo Reyes, así como otros del recién creado club en Ciudad Guerrero, por su carácter de pequeños propietarios, que los hacía más acordes con el Partido Democrático Reyista que con los radicales. Lo cierto es que coincidentemente cuando se inicia la represión contra los reyistas en todo el país, se emitió una orden de aprehensión contra Pascual Orozco padre, el 18 de junio de 1910, y esto fue, como en otros muchos casos individuales, lo que empujó a Pascual decididamente a la lucha armada.

Las primeras batallas sucedieron en Chihuahua con un Madero ausente en el terreno de las acciones militares, pues se hallaba en Estados Unidos, y ellos lograron mantener viva la llama militar hasta que, el 14 de febrero de 1911, el líder antirreeleccionista se incorporó a la lucha armada.

La imagen de Madero tuvo la capacidad de unir a las oposiciones dispersas que existían en la nación con una explicación única para todos los males sociales y por tanto, una solución única: la vida democrática. Hay pues al inicio una multiplicidad de actores, cada uno con su propia identidad, con su memoria particular y sus demandas específicas pero todas enfrentándose con el porfirismo, y eso fue lo que las hizo ser una sola.

Orozco fue el general de las batallas de Ciudad Juárez, de mayo de 1911, y bajo su mando actuaron Pancho Villa y José Garibaldi. Inmediatamente, después de la victoria aparecieron las discrepancias: en su primer gabinete Madero nombró a Venustiano Carranza como su secretario de Guerra; era un personaje que no había participado en ningún combate y quien, hasta unos meses antes, era senador porfirista. Villa y Orozco le reclamaron airadamente, de manera incluso grosera. Villa fue despedido y Orozco perdonado. Al poco andar surgirían otras diferencias.

En su “Memorandum sobre la situación”, del 26 de agosto 1911, Madero escribió: “Las revoluciones generalmente van más lejos del punto a donde pensaban llevarlas sus iniciadores; porque una vez puestas en movimiento las masas del pueblo, es difícil sujetarlas. Esta revolución ha sido excepcional, pues la hemos detenido en el momento en que hemos querido”. Eso pensaba en 1911.

 

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