La ruta comercial entre Oriente y Occidente, por el llamado Pacífico mexicano, tiene una larga historia desde el siglo XVI, cuando se establecieron las bases de la primera integración de mercados y redes globales. China exportaba sedas, porcelanas, té, entre otros productos muy cotizados en Occidente, y los productos coloniales de la India y el archipiélago malayo, como algodón y especias, tuvieron un amplio trasiego hacia costas americanas. En este gran movimiento de barcos y agentes comerciales españoles, quienes intentaban controlar el traslado de mercancías valiosas, se generaron las condiciones para el tráfico mundial de opio y el sometimiento de China por parte de Inglaterra.
La ruta de Oriente relacionó a Guanajuato, Zacatecas y Guadalajara con ciudades chinas como Cantón y Macao, y desde Acapulco y San Blas, Nayarit, se establecieron nexos con enclaves ingleses en el Pacífico para derivar líneas comerciales hacia Bombay y Calcuta, en la India. La integración entre las ciudades mineras y comerciales novohispanas con Oriente se dio a partir de la principal mercancía que dinamizaba el comercio: la plata.
Para el siglo XVIII ya estaba conformado un gran y rico espacio geográfico con una sólida estructura comercial basada en compañías y consulados que instrumentaban las relaciones comerciales. Además, por las exigencias de la época en el libre comercio, se abrieron nuevos puertos con el consiguiente aumento del tráfico y de la demanda de mercancías. Aunque no se permitió la entrada franca de buques extranjeros en los territorios del Imperio español, en algunos enclaves y puertos atracaban subrepticiamente cargados de contrabando.
La rápida expansión del comercio con Asia tuvo como actor principal a la plata mexicana, de manera que en los últimos decenios del siglo XVIII el peso mexicano llegó a ser la moneda de uso corriente en China y, sin temor de exagerar, circulaba mucho más entre los chinos que en la Nueva España. Estos pesos novohispanos, procedentes de la Casa de Moneda de México y conocidos como spanish dollars o spanish pesos, fueron de uso frecuente en los puertos de la costa meridional de China. Este amplio espacio comercial no estuvo carente de conflictos y fue escenario de rivalidades comerciales entre las potencias europeas, como reflejo de las guerras imperiales de España, principalmente con Gran Bretaña y Francia.
Con la Independencia de las Trece Colonias en Norteamérica sobrevino otro problema: los ingleses perdieron su principal fuente de algodón, por el que luego tendrían que pagar precios de mercado en vez de tarifas preferentes. El algodón se convertiría en un material imprescindible para los telares ingleses y, con el precio de mercado agravado, Inglaterra sufría una balanza de pagos negativa que suponía, en términos reales, una sangría del capital necesario para financiar la industria emergente. Así, la estrategia fue controlar la producción de algodón en la India, mantener el control de la plata como medio de pago esencial e introducir en el mercado chino una mercancía deseada, pero prohibida: el opio.
El inicio del comercio de una sustancia prohibida
Para fomentar el cultivo de la droga y su comercialización se necesitaban suministros constantes de plata. La irrupción de los movimientos libertarios en la América española a principios del siglo XIX impactó de manera contundente en la producción, acuñación y circulación de la plata, lo que generó una escasez de numerario y un descalabro económico en China que agravó el proceso de crisis social y declive dinástico, alimentando además los recelos hacia el opio, al que se responsabilizaba de ser el principal motivo del “hambre de plata”.
Desde 1814 China tuvo que destinar sus reservas argentíferas hacia la India británica, donde era intercambiada principalmente por opio. Hacia 1820 la insurgencia en el centro de la Nueva España había hecho caer el comercio asiático y provocado grandes cambios en las reglas y en la ruta tradicional con Oriente de Acapulco con Manila, que se movió a la de San Blas con Cantón, principalmente, pero también se abrieron nuevos puertos para el trasiego de plata que salía legal o clandestinamente. Debido al auge del mercado monetario de Londres, era cada vez menor la cantidad de plata mexicana que seguía de manera independiente la vieja ruta de los galeones a través del océano Pacífico. Durante el siglo XIX la capital inglesa se convirtió en el banquero del mundo y los pesos mexicanos de plata llegaban a Asia a través de este centro financiero.
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Javier Torres Medina. Doctor en Historia por El Colegio de México. Profesor de Historia de México del siglo XIX en la FES Acatlán-UNAM. Sus investigaciones se han enfocado a la historia económica, específicamente en temas de historia fiscal y monetaria. Entre otras obras, ha publicado Centralismo y reorganización. La hacienda pública y la administración durante la primera república central de México, 1835-1842, y La consumación de la independencia en Querétaro. “El abrazo de San Juan del Río”, 1820-1821.
Plata y opio