El escritor, editor y periodista Victoriano Agüeros (1854-1911) ha sido destacado como el fundador del reconocido periódico católico El Tiempo (1883-1912); sin embargo, su larga trayectoria es poco conocida. Más aún, su incursión y primeros años en el periodismo son prácticamente desconocidos.
Pese a este vacío, comprender su infancia y juventud contribuiría a entender su desarrollo profesional posterior, pues en ese periodo se sientan las bases de su formación y se construye su carácter como escritor y periodista, que se cimentará en sus lazos con grupos liberales y con conservadores y católicos; su arraigado sentimiento religioso que implicó la promoción y defensa del catolicismo; su interés por la literatura y el mundo cultural, y su vínculo con la élite de la colonia española en México.
Dichos pilares de su trayectoria temprana permiten explicar los caminos que seguirá en los años posteriores, cuando se convertirá en un importante y reconocido editor, impresor y periodista.
El padre: de España a Tierra Caliente
La geografía en la que Agustín Agüeros nació cerca de 1825 era de mar y montañas. En Cires, provincia de Santander, en la histórica región de Cantabria, pasó sus primeros años de vida. Aunque no estaría ahí por mucho tiempo: era casi un niño cuando, poco más de diez años después, salió hacia el llamado “nuevo mundo” para, como decenas de españoles, “hacer las Américas”.
Agustín partió de España junto con su hermano Fernando. Alrededor de 1836 habrían llegado a La Habana, Cuba (todavía colonia española), donde permanecieron una tríada de años, por lo cual cerca de 1839 (poco después de que España reconociera la independencia de México) habrían arribado a Veracruz, donde se quedaron otros tres años.
En 1842 Agustín se estableció en Cutzamala, en la región de Tierra Caliente del actual estado de Guerrero. El marco de su llegada a México fue la ola de inmigraciones, mínima pero continua y significativa, de españoles hacia este país en el siglo XIX. Entre los motivos de Agüeros para dejar su tierra podemos considerar el contexto de una España que entre 1808 y 1840 vivió una “larga y profundísima crisis”, como ha señalado el historiador Juan Pablo Fusi.
Años después de instalarse en Guerrero, Agustín entabló relaciones con una mexicana llamada Feliciana Delgado. Producto de ello nació nuestro personaje, Victoriano Agüeros Delgado, el 4 de septiembre de 1854, en el pueblo calentano de Tlalchapa.
La bienvenida de Victoriano a este mundo no fue la más prometedora, pues nació en un territorio periférico de la región calentana –donde Cutzamala sobresalía como el pueblo principal– que, a fines de la década de 1850, contaba apenas con una “pobre capilla” y un “regular caserío”. A ello se sumó que los padres de Victoriano no estaban casados y Agustín no reconoció en un primer momento a su hijo.
De Guerrero a la Ciudad de México
Victoriano Agüeros vivió la mayor parte de su infancia en el rancho Potrero (hoy Villa Madero), una pequeña localidad a escasos tres kilómetros del centro de Tlalchapa. Pero antes de ello pasó sus primeros años con su madre en la aldea El Cerrito (hoy un barrio de la cabecera municipal de Tlalchapa), entre los parientes de Feliciana Delgado, el campo y la pobreza. También hizo su primera instrucción allí.
Después, su padre Agustín decidió reconocerlo y se lo quitó a Feliciana para encargárselo a unos amigos de Tlalchapa para que fungieran como sus tutores. Más tarde, Victoriano se trasladó a Pungarabato (Ciudad Altamirano), donde se alojó por un tiempo en la casa de su padre, quien vivía con la familia que conformó con una mujer llamada Luz Patiño. Allí continuó sus estudios e incluso trabajó, y también inició su afición a la lectura, la cual será determinante para su desarrollo profesional posterior.
A finales de 1866, cuando Victoriano tenía apenas 12 años y la nación vivía el declive de la invasión francesa y el imperio de Maximiliano, su padre decidió enviarlo a la Ciudad de México. Ya en la capital, en enero de 1867 ingresó como uno de los alumnos fundadores del Ateneo Mexicano, colegio privado que tenía un sistema de internado.
Para diciembre de 1869, Victoriano obtuvo el diploma que lo acreditó como profesor de instrucción primaria, emitido por el ayuntamiento de México. En ese periodo la vida en la capital fue complicada para él, a lo que se sumaba la escasez de recursos monetarios. Ante ello, se reconfortaba con su sólida formación religiosa. A José Real, quien lo crio por un tiempo, escribía: “gracias a Dios que la semilla cristiana que Ustedes sembraron en mí, ha dado y espero en Dios seguirá dando buen fruto”, aparte de mencionarle que el aprecio de las personas que conocía en la ciudad se debía, entre otras cosas, a sus “buenos cumplimientos con los deberes de un cristiano”. Y a su papá Agustín le enfatizaba que no caería en el camino de la perdición, pues “la semilla que se sembró en mi corazón ha dado ya, y confío en el Ser Supremo seguirá dando, los buenos frutos que de ella se espera”.
A mediados de 1871, a los 17 años, se convirtió en profesor del Ateneo Mexicano. Allí impartía teneduría de libros y derecho mercantil. En ese tiempo también ingresó a la Escuela de Comercio y Administración, donde conoció al potosino Juan Lavat, quien igualmente estudió allí y después sería su socio en la editorial de El Tiempo.
Para conocer más de esta historia, adquiere nuestro número 190 de agosto de 2024, impreso o digital, disponible en la tienda virtual, donde también puedes suscribirte.