Los seris destacan por tener una cultura fuerte y viva, además de orgullosamente arraigada, así como tradiciones ancestrales que siguen transmitiendo de generación en generación.
Fue hasta la segunda década del siglo XX que los gobiernos sonorense y federal lograron que los seris aceptaran su sedentarización. Entonces les ofrecieron los ejidos de Punta Chueca y Desemboque, territorios continentales frente a la isla Tiburón, en donde se establecieron ambos clanes de la nación seri y en los cuales hasta la fecha viven de manera autónoma. Aunque abandonaron su vida seminómada, no así su forma de subsistir, que han practicado desde tiempos inmemoriales y hasta la actualidad: la caza, recolección y pesca.
Desde que se establecieron en las costas cercanas a la bahía de Kino, los comca’ac defendieron férreamente la isla Tiburón, que para ellos representa una madre y un padre. Ahora, intereses turísticos planeaban tratarla como mina de oro. Nuevamente, la resistencia seri triunfó, o por lo menos en parte. En 1975, el presidente Luis Echeverría les concedió el usufructo exclusivo de la isla, aunque también instaló dos bases navales que permanecen hasta nuestros días. Los comca’ac han denunciado, hasta hoy, esa ocupación que consideran invasiva e ilegal.
Seri quiere decir, en yoreme, “gente de arena” o “gente de piedra que viene de las montañas”. Aunque esta nación indígena tiene elementos en común con los pueblos originarios y aún vivos de Norteamérica, como los pápagos, pimas, yoremes o kikapús, es una cultura muy singular y su lengua es tan única como la purépecha o la maya, además de que está más que viva: todos sus habitantes son bilingües y los niños la hablan todos los días.
Asimismo, los comca’ac mantienen un fuerte vínculo con su memoria e historia. Jóvenes, niños y ancianos echan mano de ella a diario. Recuerdan para imaginar, para descubrir novedades, para no olvidar horrores e injusticias, para aprender o para decidir.
Hoy, muchos comca’ac se dedican al ecoturismo sustentable. Otros más trabajan por temporadas en Estados Unidos, pero retornan para compartir con los suyos las fiestas de la Caguama de Siete Filos, la de la Pubertad, la de la Canasta o la del Año Nuevo, entre cantos, comunidad, dignidad, resistencia y, por supuesto, música.
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