La vida y los nombres del Hospital
Antes de morir, Hernán Cortés estableció en su testamento –con sagaz terquedad y no poca vanidad– una serie de puntuales obligaciones y disposiciones que garantizaron la existencia del Hospital de Jesús durante siglos. Destinó, por ejemplo, la renta de varias tiendas y casas que poseía en las ricas y prominentes calles de Tacuba y Madero (antes San Francisco).
También ordenó que el edificio, y la capilla, se concluyesen con su pecunio y conforme a los planos y maquetas hechos por el arquitecto Pedro Vázquez, que él mismo había contratado en 1528. Gracias a los buenos oficios de Cortés, la obra de construcción del hospital avanzó a buen ritmo, y para 1535 ya se había concluido la planta baja y la enfermería que daba a la actual calle Pino Suárez.
Tras la muerte de su fundador (en 1547), y como un homenaje, el recinto cambió de nombre a Hospital del Marqués. A mediados del siglo XVII una poderosa india cacica, de nombre Jerónima, donó a la iglesia adyacente al Hospital una figura de bulto de un Jesús Nazareno. Pronto, dicha imagen recibió una fuerte devoción y culto, y con el paso de los años el sanatorio fue renombrado, por las voces populares de la ciudad, como el Hospital de Jesús Nazareno y, más recientemente, como Hospital de la Purísima Concepción y Jesús Nazareno, nombre que hasta ahora permanece.
La doctora Josefina Muriel, autora del libro Hospitales de la Nueva España, nos otorgó detalles de la vida cotidiana de estos espacios. Respecto al Hospital que nos ocupa, comenta que hacia el siglo XVII el personal que laboraba estaba integrado por un cuerpo administrativo que contemplaba un contador, un cobrador, un abogado, un escribano y un procurador. En el área médica, prestaban sus servicios un médico, un cirujano, un barbero o sangrador, un enfermero mayor y una enfermera ayudante. Como proveedor externo, se pagaba a un boticario que proveía de medicamentos al hospital. Adicionalmente, se contaba con los servicios de tres indios y ocho esclavos, una cocinera, una atolera (interesante vestigio de la medicina prehispánica), un portero, un campanero, varios capellanes y una colchonera.
A la mayoría de los empleados, además de su estipendio, el Hospital les otorgaba, como contraprestación, “tortas, chocolate [lujo y vicio de la época], siete velas y casa”.
La medicina mexicana
Para la historia de la medicina en México, el Hospital de Jesús resulta escenario y territorio de acciones pioneras. Pedro López, considerado el primer médico español en la Nueva España, trabajó durante muchos años en este espacio. Lo mismo Diego de Pedraza, primer cirujano de la ciudad. Cristóbal de Ojeda (quien, se dice, curó las heridas del emperador Cuauhtémoc tras su martirio) ofreció sus servicios en dicho recinto.
Además, en el Hospital de Jesús, cuyo primer encargado fue el fraile Bartolomé de Olmedo, se realizaron las primeras cirugías del territorio y fue una de las primeras instituciones médicas en incluir técnicas de medicina indígena (asunto fomentado por el propio Cortés). En sus mejores épocas, el Hospital llegó a tener hasta 80 camas, y por mucho tiempo fue el mejor de la ciudad.
Hospital y santuario
El Hospital de Jesús, una de las instituciones y fundaciones más importantes y longevas de la Ciudad de México, tuvo desde sus orígenes un doble propósito. Primero, curar y procurar a los enfermos pobres. Y segundo, preservar la memoria de su patrono fundador Hernán Cortés. Esa última tentativa se puede leer entre las líneas escritas por el conquistador en su testamento.
Con el tiempo, el Hospital se convirtió en un santuario cortesiano.
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