Hospicio Cabañas

Patrimonio de la Humanidad en Guadalajara
Guadalupe Lozada León

Portador de una larga historia de asistencia a los más necesitados y Patrimonio de la Humanidad, el actual Instituto Cultural Cabañas se creó en el siglo XVIII a iniciativa de don Juan Cruz Ruiz Cabañas y Crespo, obispo de Guadalajara. Su historia se remonta a 1797, cuando el religioso llegó a la ciudad jalisciense y, de acuerdo con lo escrito por Luis M. Rivera en su obra El Hospicio “Cabañas”. Monografía histórica de 1924, “dedicó su caridad a proveer a los niños abandonados de casa en que fueren recogidos para salvarlos de la muerte, alimentarlos, vestirlos, educarlos, instruirlos progresivamente y enseñarles un arte u oficio que les proporcionase, al llegar a la mayor edad, un medio seguro con qué ganarse la vida honradamente, convirtiéndolos en ciudadanos que fuesen elementos útiles a la sociedad y no una pesada carga y oprobio para ella”.

La atención del prelado no se centró sólo en la infancia, sino también en los ancianos, viudas y en los huérfanos indigentes, por lo que se dio a la tarea de establecer un hospicio al que denominó Casa de Misericordia. No obstante, el interés mostrado por el obispo y las sumas conseguidas merced a las donaciones hechas por el cabildo eclesiástico, las comunidades religiosas, curatos y por él mismo, sus afanes no llegaron a buen puerto con la celeridad que hubiera querido.

Una vez reunida la cantidad necesaria para iniciar su labor, se procedió a la adquisición de un terreno al oriente de la ciudad que pertenecía al santuario de Nuestra Señora de la Soledad, de los padres oblatos, que lo vendieron al arcediano Pedro Díaz Escandón, quien finalmente lo donó para el establecimiento de la anhelada casa.

Ya con el terreno dispuesto, el señor obispo encargó el proyecto de la construcción al ya afamado Manuel Tolsá, a la sazón director de Escultura en la Academia de San Carlos. Una vez con los planos en su poder, el promotor del establecimiento se dio a la tarea de redactar las ordenanzas, según las cuales serían aceptados:

1. Los niños de ambos sexos que fuesen expuestos en ella.

2. Los ancianos de uno y otro sexo que por su edad no puedan ganar su sustento.

3. Los ciegos, lisiados, estropeados y enfermos de achaques habituales de cualquier edad.

4. Los niños y niñas de corta edad, huérfanos y desamparados, o hijos de padres que no pueden darles crianza, ni educación y no pueden tenerlos por su mucha pobreza.

5. Las mujeres e hijos de hombres casados comprendidos en la segunda y tercera clase, aunque ellas sean mozas, sanas y robustas, por lo mucho que conviene que estos matrimonios no estén separados.

6. Los niños y niñas que no excedan la edad de 10 años a quienes sus padres quieran poner en esta casa de corrección, bien que éstos han de pagar por su manutención y vestuario. 

Este interesante documento permite conocer las intenciones de su fundador, además de la situación de la ciudad en la que iba a construirse. Señala también cómo sería la instrucción que recibirían quienes ahí encontraran asilo y protección, con lo que se pueden deducir los criterios pedagógicos y asistenciales de la época. Establece, por ejemplo, las diferencias entre niños y niñas, ya que a los primeros se “les enseñará a leer, escribir y contar y se les instruirá en buenos principios, dibujo y geometría”, en tanto que a ellas “se les enseñará a leer, coser, bordar, lavar y planchar, hilar, hacer medias, cintas, fajas y botones, a guisar y a los demás oficios propios de su sexo”, sin que especifique cuáles serían estos últimos.

En cuanto a las obligaciones del futuro administrador destacan: “procurar una vigilancia benéfica y activa, el socorro abundante y buen trato en la comida y vestido [...] que todos los individuos de esta Casa estén completamente vestidos así de ropa interior como exterior, que se muden de limpio todos los domingos y que se háganlos lavados que correspondan [...] y tener abastecida esta casa con abundancia para que los pobres nunca carezcan de nada”. 

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Hospicio Cabañas” de la autora Guadalupe Lozada León y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 94.