Cuando los naturalistas europeos observaron esta rara especie mexicana, llevada desde Xochimilco al Museo de Historia Natural de París, supusieron que sufría una metamorfosis y alcanzaba un “estado superior de desarrollo” por hallarse en un mejor medio en el Viejo Continente. El pintor José María Velasco, miembro de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, había descubierto una nueva especie de ajolote e intervino en ese debate científico de finales del siglo XIX.
La Sociedad Mexicana de Historia Natural surgió en 1868 y reunió a los interesados en el conocimiento de la flora, fauna, geología, paleontología y mineralogía de México. Su principal esfuerzo era mostrar al mundo la gran riqueza natural que hay en nuestro país y hacia ese fin enfocaron sus actividades de investigación. Para difundir sus resultados, sus miembros editaron una revista llamada La Naturaleza, que llegaba a las bibliotecas de 64 países, gracias a la cual lograron el reconocimiento de sus contemporáneos.
La lucha de estos naturalistas por mostrar la riqueza de la nación debe entenderse en un contexto en el que los europeos se concebían a sí mismos como el centro del mundo. Durante siglos, las colonias americanas eran vistas como inferiores y dependientes, y los movimientos culturales que ocurrían en ellas, incluidos los estudios científicos, como parte de un mundo primitivo que era menospreciado. Sus integrantes querían mostrar que el país tenía mucho que brindar, tanto en riqueza natural como en generación de conocimientos. Por esta razón, la mayor parte de su revista estaba conformada por artículos originales, resultado de investigaciones propias y de trabajos de campo exhaustivos.
La sociedad también publicó algunas traducciones de textos aparecidos en revistas extranjeras, siempre y cuando trataran de la flora y la fauna del país. Uno de estos artículos fue el del alemán Augusto Weismann, publicado en 1880 y que trata de los ajolotes del valle de México. En éste se refiere al estudio de varios ejemplares que se habían llevado a Europa y habían sido observados en cautiverio. Weismann se maravilló de que allá los ajolotes sufrieran metamorfosis y se convirtieran en animales de respiración pulmonar, lo que –según él y otros científicos europeos– no ocurría en México. Entonces expuso una teoría que proponía que eso era debido a que los ajolotes en Europa habían sido colocados en un “mejor medio” y que por lo tanto habían alcanzado un “estado superior de desarrollo”.
Para entonces, el paisajista José María Velasco ya se había mostrado como un conocedor de los ajolotes, pues los había estudiado durante sus recorridos por el valle de México. Había podido observarlos en las lagunas de Xochimilco, Chalco, Santa Isabel, Zumpango y Texcoco; aparte, al hacer comparaciones pudo describir una especie nueva en 1874, a la que llamó Siredon tigrina, aunque después fue nombrada Ambystoma velasci en su honor. En este artículo, Velasco describió la metamorfosis que sufre este ajolote, es decir, el paso de respiración branquial a pulmonar y el desarrollo de extremidades que le permiten caminar en la tierra.
En el mismo número en el que se publicó el texto de Weismann, Velasco expuso otro en el que contradijo enérgicamente lo dicho por el alemán y aclaró, en primer lugar, la necesidad de estudiar a los animales en su medio y no en cautiverio, como se había hecho en Europa, en donde las condiciones habían sido completamente alteradas por los investigadores. Señaló que muchos de los ajolotes que él había observado en condiciones naturales en las lagunas de México habían sufrido metamorfosis, y que esto no significaba un “perfeccionamiento”, como aseguraba Weismann, sino que era resultado de las diferentes condiciones en las que se desarrollaban las distintas especies de anfibios pertenecientes a este grupo. [1]
Esta publicación es un fragmento del artículo “El sorprendente ajolote” de los autores Consuelo Cuevas-Cardona y Victor Javier Acevedo-Mota y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 92.
[1] Actualmente se sabe que la especie Ambystoma mexicanum, que no sufre metamorfosis, sólo se encuentra en Xochimilco, Cd. de México.