El movimiento estudiantil de 1968

Nueve semanas y media

Francisco Pérez Arce Ibarra

En la primavera de 1968 comenzó a soplar un viento extraño en las universidades más prestigiosas del mundo. Muy pronto se extendió a las plazas públicas en todos los continentes y a México llegó en verano para poner en duda costumbres públicas y certezas políticas. Fue la fiesta de la crítica que precedió la tragedia. En este artículo se reconstruyen los hechos, se describen las ideas y las formas de comunicación del movimiento que en esos dos meses cambiaron el país. 

 

El movimiento estudiantil tuvo su origen aparente el 22 de julio por un pleito entre estudiantes de escuelas vecinas, las Vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y la Preparatoria Isaac Ochoterena, incorporada a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El escenario: la plaza de la Ciudadela. Pandillas de la zona armaban escaramuzas desde hacía tiempo, sin que la policía actuara para detenerlas. En esta ocasión la autoridad llamó a los granaderos que no se limitaron a detener el enfrentamiento, sino que agredieron a los estudiantes con saña, invadiendo incluso los edificios escolares.

Para protestar por la violencia policiaca, los estudiantes del IPN hicieron una manifestación el 26 de julio, misma fecha en la que otros estudiantes, mayoritariamente de la UNAM y organizaciones de izquierda, realizaban una marcha de apoyo a la revolución cubana. La primera debía terminar en el Casco de Santo Tomás, pero al calor de la protesta se desvió hacia el Zócalo. En la calle de Palma, la esperaban los granaderos que la reprimieron violentamente.

¿Qué querían los estudiantes?

El movimiento se extendió rapidamente, pero también se organizó rapidamente. El 30 de julio representantes del Politécnico se reunieron en un Comité Coordinador, de ahí nació el Consejo Nacional de Huelga (CNH) formado con delegados electos en cada una de las asambleas de las escuelas en huelga. Esto le dio una representatividad indiscutible y, al mismo tiempo, hizo de las asambleas las plataformas para la organización y el debate. El CNH llegó a reunir a representantes de 77 escuelas, incluyendo universidades de otros estados. El 4 de agosto, en su primer pronunciamiento público, formuló los seis puntos del pliego petitorio y convocó a una manifestación para el 5 de agosto, de Zacatenco al Casco de Santo Tomás.

Además de los seis puntos del pliego petitorio se planteaba una condición: “el diálogo público”. El movimiento ponía en duda la “honradez” del gobierno. Por eso no fue tomada en serio la melodramática frase de Díaz Ordaz cuando ofreció su mano tendida: “Una mano está tendida, la de un hombre que a través de la pequeña historia de su vida, ha demostrado que sabe ser leal. Los mexicanos dirán si esa mano se queda tendida en el aire o bien esa mano, de acuerdo con la tradición del mexicano, con la verdadera tradición del verdadero, genuino, del auténtico mexicano se ve acompañada por millones de manos que, entre todos, quieran restablecer la paz y la tranquilidad de las conciencias…” El movimiento respondió con certeza punzante: “a la mano tendida, la prueba de la parafina”.

Las grandes marchas

El punto más alto del movimiento está marcado por dos manifestaciones: la del 27 de agosto y la del 13 de septiembre. La primera, la más grande, festiva y riudosa. La “V” de la victoria señalada con dos dedos de la mano se había convertido en símbolo, y los seis puntos eran citados en los lugares más insospechados. El Zócalo se llenó. Dejaron una guardia permanente en esa plaza a esperar ahí el informe presidencial y a obligar al diálogo público. La plancha de concreto se convirtió en la continuación del campus…

 

 

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